Nuestros bosques, nuestros árboles,….nuestra vida (2ª Parte)

Nuestros bosques, nuestros árboles,….nuestra vida (2ª Parte)

QUEJIGARES
Son bosques submediterráneos formados por el quejigo (roure valencià, gal•ler o macaruller, Quercus faginea subsp. faginea), un árbol de hasta 20 metros de altura, con la corteza dividida en pequeñas teselas, y marcescente o semicaducifolio: en otoño-invierno sus hojas pueden permanecer secas sobre las ramas durante bastante tiempo.
Fue el botánico Antonio José de Cavanilles quien el siglo XVIII describió el «roure valencià» como nueva especie, a su paso por la Serra d’En Galceran. Dice el prestigioso botánico castellonense Calduch que cuando Cavanilles peregrinaba por toda la amplitud de nuestro país (siglo XVIII), fue justamente en la Serra d’en Galceran, donde le llamó la atención el aspecto sorprendente e inusitado que ofrecían algunas carrascas en el encinar, que desde las mismas paredes del pueblo, se extendían por toda la umbría de la sierra vecina. Y fue una de aquellas carrascas -que no era carrasca- donde encontró características diferenciales suficientes, para crear una nueva especie, y sobre ellas, basó su estudio y descripción consiguiente, denominando a dicho ejemplar tipo: Quercus valentina.
Cuando en el año 1945 se quiso rendir homenaje a Cavanilles, en el segundo centenario de su nacimiento, del antiguo bosque que él describió solo quedaba el ejemplar tipo y unas pocas carrascas por lo que el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Castellón, del que formaban parte ilustrados y botánicos de la época como Calduch o Fabregat, compró este árbol histórico que se ha protegido y conservado hasta hoy.

1 Quejigo en el Barranc dels Horts

Quejigo en el Barranc dels Horts

Bosque benefactor, en el sentido más amplio, desempeña un papel insustituible como productor y protector del suelo y como sustento de una elevada diversidad vegetal y animal. Además el aprovechamiento de las bellotas era de gran importancia para el ganado y constituía una fuente de ingresos adicional importante.
El quejigo es una especie muy longeva que puede vivir varios siglos y tiene la capacidad de rebrotar de tronco y cepa, tras ser talado o quemado. Árbol sagrado y elevado a la divinidad en muchas tradiciones, simboliza la fuerza y la sabiduría y ampara, en su inmensa organización vegetal numerosas relaciones sociales y un sinfín de hábitats para muchos seres vivos. Desarrolla en las ramas unas estructuras en forma de bolas, de distintas formas y tamaños, llamadas agallas o macarulles (de ahí que al quejigo también se le denomine macaruller). Se producen por la picadura de avispas de la familia Cynipidae (avispas de las agallas) que depositan los huevos en su interior. Son muy ricas en taninos, por lo que se han utilizado como astringentes en medicina popular. También la corteza contiene taninos, usándose, reducida a polvo, para curtir pieles gracias a su capacidad desecante e inhibidora de los procesos de pudrición. Diluida en forma de purín se usa contra las hormigas y plagas de insectos en general, pulverizada sobre las plantas.
Los troncos, ramaje y frutos del quejigo son aprovechados por aves, como el pico picapinos (picot, Dendrocopos major) que nidifica en los huecos que abre en sus ramas, y mamíferos como la gineta (geneta, Genetta genetta) que pare en las oquedades de los árboles viejos. De tamaño similar al de un gato, tiene grandes ojos y orejas, y una larga cola con anillas de color negro y gris. Sus hábitos son crepusculares y nocturnos, alimentándose de pequeños roedores, frutos, anfibios, reptiles e incluso pajarillos.

2 Gineta. Autor, RCA

Gineta. Autor, RCA

Una de las especies más frecuente en el interior de los troncos es el ciervo volante (escanyapolls o cérvol volador, Lucanus cervus), el escarabajo más grande de la Península Ibérica (hasta 8 cm), cuyo nombre deriva de sus enormes mandíbulas en forma de astas. Y bajo las cortezas numerosos depredadores escogen este microambiente como refugio: arañas, ciempiés, algunos caracoles y pseudoescorpiones son frecuentes moradores de estas zonas.
En el suelo del quejigar, árboles secos, troncos y tocones son el hábitat de numerosas especies, desde xilófagos o comedores de madera que construyen galerías, hasta bacterias encargadas de las transformaciones químicas. De entre los primeros destacan los cerambícidos, coleópteros de colores brillantes y largas antenas, y los escolítidos o barrenillos de la madera, también coleópteros, de colores oscuros y excavadores, que realizan un sinnúmero de galerías bajo la corteza de muchos árboles, incluso vivos, ocasionando a menudo graves plagas forestales por su voracidad.
En el quejigar crecen otros árboles de hoja caduca pero de menor talla que el quejigo, como los arces (oró, auró, Acer opalus subsp. granatense y Acer monspessulanum), el cerezo de Santa Lucía (cirerer de santa Llúcia, Prunus mahaleb) o el guillomo (corner, Amelanchier rotundifolia), y especies de origen eurosiberiano, como el acebo (grèvol, Ilex aquifolium), arbusto perennifolio que en ocasiones alcanza un porte arbóreo. Sus hojas son muy coriáceas y lustrosas, con el margen dentado las de las ramas bajas como protección frente a los herbívoros. El fruto es una baya roja muy tóxica. Es una planta rara, cada vez más escasa, por lo que está protegida por la legislación.
Los arces son árboles caducifolios de hasta 7 metros de altura, con la corteza lisa y grisácea que se agrieta en la madurez. Las hojas son palmeadas, divididas en tres o cinco lóbulos, según la especie y su fruto es una doble sámara (semillas globosas rodeadas por un ala). Es especie muy longeva, pudiendo vivir hasta los 100 años y su madera es muy resistente y apreciada para la fabricación de muebles e instrumentos musicales. En otoño estos árboles colorean el paisaje con las tonalidades anaranjadas y rojizas que adquieren sus hojas.

3 Rosal silvestre. Autor, Miguel Ángel García

Rosal silvestre. Autor, Miguel Ángel García

En el sotobosque del quejigar se desarrollan un buen número de plantas espinosas, como el endrino (aranyoner, Prunus spinosa), los rosales silvestres (rosers bords o gavarreres, Rosa sp.) y el espino blanco (arç blanc, Crataegus monogyna), una de las especies más llamativas en primavera por su explosiva floración, con numerosas y aromáticas flores blancas que aparecen antes que las hojas. Se trata de una especie caduca, recubierta de abundantes espinas y con frutos rojos formando racimos. Las majuelas o cerezas de pastor son ricas en vitamina C y su consumo se conoce desde tiempos prehistóricos ya que en muchas cuevas se han hallado restos de sus huesos. Con ellas se elaboraba un sucedáneo de pan en Europa central, y mermeladas y licor en nuestras comarcas. Su abundante fructificación atrae a gran cantidad de pájaros, entre ellos al alcaudón real (capsot botxí, Lanius meridionalis) que utiliza las púas del arbusto para ensartar a sus víctimas y almacenarlas hasta el momento de comerlas.
Es un arbusto muy apreciado en medicina popular para todos los problemas relacionados con el sistema circulatorio y nervioso.
En la tradición celta, el majuelo era la morada inexpugnable de las hadas, y según Goethe, unas ramitas de este arbusto junto a la almohada le producían maravillosos sueños. También está bastante extendida la creencia de que es una especie protectora contra los rayos.

4 Espino Blanco

Espino Blanco

Desde muy antiguo, las tierras del quejigar han sido codiciadas por el ser humano por su fertilidad, y su facilidad para convertirlas en praderas de hierba jugosa y abundante, y en terrenos agrícolas.
Tradicionalmente, los quejigares no eran talados de forma masiva, sino aclarados para constituir un sistema agropecuario: las leñas se usaban como combustible, la madera para aperos, las bellotas como alimento del ganado y las ramas como alimento o cama, sobre todo en los periodos de invierno en los que la nieve cubre las tierras.
En el siglo XIV, los quejigos eran también muy apreciados para la construcción naval, hasta el punto de que se prohibía talar de raíz los ejemplares, debiéndose dejar, al menos, dos palmos de rama en los troncos principales para asegurar su regeneración. Fue tal el auge e importancia de las atarazanas, que en el siglo XVIII se construyó la primera carretera maderera que discurría desde Mosqueruela hasta Oropesa para llegar a los astilleros de Vinaròs.
Esta elevada demanda naval provocó la desaparición de los métodos de silvicultura tradicional y de las medidas de protección establecidas durante la Edad Media, afectando principalmente a los quejigares. En estos bosques se realizaron talas masivas que rompieron los ciclos de crecimiento y aprovechamiento racional, hasta el cese de esta actividad a lo largo del siglo XIX.
Con las primeras manifestaciones del “desarrollo”, se olvidan las viejas costumbres y los bosques se sobreexplotan de tal modo que hoy su superficie es simbólica respecto a sus primitivos dominios.

5 Corteza de Quejigo

Corteza de Quejigo

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Traducció al valencià:
Els nostres boscos, els nostres arbres,….la nostra vida (2ª Part)

ROUREDES
Són boscos submediterranis formats pel roure valencià, també conegut com gal•ler o macaruller (quejigo, Quercus faginea subsp. faginea); un arbre de fins a 20 metres d’alçària, amb la corfa dividida en xicotetes tessel•les, i marcescent: en la tardor-hivern les seus fulles poden romandre seques sobre les branques durant prou de temps.
Va ser el botànic Antonio José de Cavanilles qui al segle XVIII va descriure el «roure valencià» com nova espècie, al seu pas per la Serra d’En Galceran. Diu el prestigiós botànic castellonenc Calduch que quan Cavanilles pelegrinava per tota l’amplitud del nostre país (segle XVIII), va ser justament en la Serra d’en Galceran, on li va cridar l’atenció l’aspecte sorprenent i inusitat que oferien algunes carrasques en el carrascar, que des de les mateixes parets del poble, s’estenien per tota l’ombria de la serra veïna. I va ser una d’aquelles carrasques -que no era carrasca- on va trobar característiques diferencials suficients, per a crear una nova espècie, i sobre elles, va basar el seu estudi i descripció consegüent, denominant al dit exemplar tipus: Quercus Valentina.
Quan l’any 1945 es va voler retre homenatge a Cavanilles, en el segon centenari del seu naixement, de l’antic bosc que ell va descriure només quedava l’exemplar tipus i unes poques carrasques. Llavors el Col•legi Oficial de Farmacèutics de Castelló, del que formaven part il•lustrats i botànics de l’època com Calduch o Fabregat, va comprar este arbre històric que s’ha protegit i conservat fins hui.
Bosc benefactor, en el sentit més ampli, exercix un paper insubstituïble com a productor i protector del sòl i com a suport d’una elevada diversitat vegetal i animal. A més l’aprofitament de les bellotes era de gran importància per al bestiar i constituïa una font d’ingressos addicional important.
El roure valencià és una espècie molt longeva que pot viure varis segles i té la capacitat de rebrotar de tronc i cep, després de ser talat o cremat. Arbre sagrat i elevat a la divinitat en moltes tradicions, simbolitza la força i la saviesa i acull, en la seua immensa organització vegetal, nombroses relacions socials i una infinitat d’hàbitats per a molts sers vius. Desenvolupa en les branques unes estructures en forma de boles, de distintes formes i grandàries, anomenades gal•les o macarulles (d’ací que al roure valencià també se li denomine macaruller). Es produïxen per la picadura de vespes de la família Cynipidae (vespes de les agalles) que dipositen els ous en el seu interior. Són molt riques en tanins, per la qual cosa s’han utilitzat com a astringents en medicina popular. També la corfa conté tanins, usant-se, reduïda a pols, per a assaonar pells gràcies a la seua capacitat dessecant i inhibidora dels processos de putrefacció. Diluïda en forma de purins s’usa contra les formigues i plagues d’insectes en general, polvoritzada sobre les plantes.
Els troncs, brancatge i fruits del roure valencià són aprofitats per aus, com el picot (pico picapinos, Dendrocopos major) que nidifica en els buits que obri en les seues branques, i mamífers com la geneta (gineta, Genetta genetta) que parix en les buits dels arbres vells. De grandària semblant a la d’un gat, té grans ulls i orelles, i una llarga cua amb anelles de color negre i gris. Els seus hàbits són crepusculars i nocturns, alimentant-se de xicotets rosegadors, fruits, amfibis, rèptils i inclús pardalets.
Una de les espècies més freqüent en l’interior dels troncs és l’escanyapolls o cérvol volador (ciervo volante, Lucanus cervus), l’escarabat més gran de la Península Ibèrica (fins a 8 cm), el nom del qual deriva de les seues enormes mandíbules en forma d’astes. I davall les corfes nombrosos depredadors trien este microambient com a refugi: aranyes, centpeus, alguns caragols i pseudoescorpins són freqüents habitants d’estes zones.
En el sòl de la roureda, arbres secs, troncs i soques són l’hàbitat de nombroses espècies, des de xilòfags o menjadors de fusta que construïxen galeries, fins a bacteris encarregats de les transformacions químiques. D’entre els primers destaquen els cerambícids, coleòpters de colors brillants i llargues antenes, i els escolítids, també coleòpters, de colors foscos i excavadors, que realitzen un infinitat de galeries davall la corfa de molts arbres, inclús vius, ocasionant sovint greus plagues forestals per la seua voracitat.
En la roureda creixen altres arbres de fulla caduca però de menor talla que el roure valencià, com els aurons/orons (arces, Acer opalus subsp. granatense i Acer monspessulanum), el cirerer de santa Llúcia (cerezo de santa Lucía, Prunus mahaleb) o el corner (guillomo, Amelanchier rotundifolia), i espècies d’origen euro-siberià, com el grèvol (acebo, Ilex aquifolium), arbust perennifoli que pot arribar a tenir un port arbori. Les seus fulles són molt coriàcies i llustroses, amb el marge dentat les de les branques baixes com a protecció enfront dels herbívors. El fruit és una baia roja molt tòxica. És una planta rara, cada vegada més escassa, per la qual cosa està protegida per la legislació.
Els aurons són arbres caducifolis de fins a 7 metres d’alçària, amb la corfa llisa i grisenca que es clavilla en la maduresa. Les fulles són palmades, dividides en tres o cinc lòbuls segons l’espècie, i el seu fruit és una doble sàmara (llavors globoses rodejades per una ala). És una espècie molt longeva que pot viure fins als 100 anys i la seua fusta és molt resistent i apreciada per a la fabricació de mobles i instruments musicals. A la tardor estos arbres pinten el paisatge amb les tonalitats ataronjades i rogenques que adquireixen les seues fulles.
En el sotabosc de la roureda creixen un bon nombre de plantes espinoses, com l’aranyoner (endrino, Prunus spinosa), els rosers bords o gavarreres (rosales silvestres, Rosa sp.) i l’arç blanc (espino blanco, Crataegus monogyna), una de les espècies més cridaneres a la primavera per la seua explosiva floració, amb nombroses i aromàtiques flors blanques que apareixen abans que les fulles. Es tracta d’una espècie caduca, recoberta d’abundants espines i amb fruits rojos formant xanglots. Les cireretes de pastor són riques en vitamina C i el seu consum es coneix des de temps prehistòrics ja que en moltes coves s’han trobat restes dels seus ossos. Amb elles s’elaborava un succedani de pa a Europa central, i melmelades i licor en les nostres comarques. La seua abundant fructificació atrau a gran quantitat d’aus, entre elles al capsot botxí (alcaudón real, Lanius meridionalis) que utilitza les pues de l’arbust per a enfilar les seues víctimes i emmagatzemar-les fins al moment de menjar-les.
És un arbust molt apreciat en medicina popular per a tots els problemes relacionats amb el sistema circulatori i nerviós.
En la tradició celta, l’arç blanc era la residència inexpugnable de les fades, i segons Goethe, unes branquetes d’este arbust al costat del coixí li produïen meravellosos somnis. També està prou estesa la creença que és una espècie protectora contra els rajos.
Des de molt antic, les terres de la roureda han sigut cobejades pel ser humà per la seua fertilitat, i la seua facilitat per a convertir-les en praderies d’herba sucosa i abundant, i en terrenys agrícoles.
Tradicionalment, les rouredes no eren tallades de forma massiva, sinó aclarides per a constituir un sistema agropecuari: les llenyes s’usaven com a combustible; la fusta per a apers i la construcció; les bellotes com a aliment del bestiar; i les branques com a aliment o llit, sobretot en els períodes d’hivern en què la neu cobrix les terres.
En el segle XIV, els roures valencians eren també molt apreciats per a la construcció naval, fins al punt que es prohibia talar d’arrel els exemplars, i es tenia que deixar, almenys, dos pams de branca en els troncs principals per a assegurar la seua regeneració. Va ser tal l’auge i importància de les drassanes, que en el segle XVIII es va construir la primera carretera fustera que discorria des de Mosqueruela fins a Orpesa per a arribar a les drassanes de Vinaròs.
Esta elevada demanda naval provocà la desaparició dels mètodes de silvicultura tradicional i de les mesures de protecció establides durant l’Edat Mitjana, afectant principalment a les rouredes. En estos boscos es van realitzar tales massives que van trencar els cicles de creixement i aprofitament racional, fins al cessament d’esta activitat al llarg del segle XIX. Amb les primeres manifestacions del “desenvolupament”, s’obliden els vells costums i els boscos se sobre exploten de tal manera que hui la seua superfície és simbòlica respecte als seus primitius dominis.

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Fotografía de portada de Jacinto Gutiérrez
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