Pueblos abandonados

Pueblos abandonados

No sólo hablan las piedras, también los últimos habitantes de pequeños conjuntos de casas, de calles, de edificios sin lustre. Son quienes habitan el olvido los que cuentan las historias que recoge la obra de Almerich y Hernández: Pueblos abandonados. Los paisajes del olvido.
“Las condiciones de vida en las zonas del interior valenciano siempre han sido duras. Expuestas a los accidentes del clima y a los, a veces, largos periodos de sequía, da la impresión que los habitantes siempre vivieron esperando la oportunidad de escaparse. Para los que nacieron en el fondo de un barranco, en una aldea perdida o en los límites de Els Ports y el macizo del Penyagolosa, la montaña era un obstáculo a salvar y un entorno a dominar, cosmovisión muy lejana de la de los neorurales”.
Almerich habla de la lucha por la supervivencia basada en la explotación de la naturaleza, y en una constante adaptación al entorno. El frío intenso en invierno y las condiciones extremas de alimentación deficiente y hambre, hacían que incluso hubiera quien “se pasaba días enteros de peregrinación a santuarios como La Estrella, Sant Joan o Sant Pere de Castellfort para comer ‘rotllos de pa’ o algún caldo caliente”.

La Saranyana, Todolella. Autor, Ernesto Ordaz

La Saranyana, Todolella. Autor, Ernesto Ordaz

Ejemplos desgranados en este interesante documento se ubican en zonas de duros inviernos, de piedras protagonistas de un paisaje agreste de cielos amplios y montes ásperos. El proceso de emigración y agotamiento biológico ha comportado el abandono, la despoblación o desaparición de muchos núcleos de población y masías, como Bibioj (Villahermosa del Río), Jinquer (Alcúdia de Veo), Arteas de Arriba y El Molinar (Bejís), La Saranyana (Todolella), Cabezo Royo (Ludiente), el Rotgle (Alcora) o Suera Alta (Suera), entre decenas más. Otros lugares luchan para no despoblarse definitivamente: el Boixar, el Molinell, Bel o Villanueva de Viver; mientras otros han sido reocupados por neorurales, como La Artejuela (Arañuel) o las Casas del Carbo (Villahermosa del Río).
Las causas del abandono de estas aldeas, ‘masos’ y pueblos han sido la emigración rural, la construcción de embalses (como en el caso de Campos de Arenoso), las catástrofes naturales, la expulsión de los moriscos o los restos dejados por la construcción de colonias agrícolas o industriales.
Os invitamos a descubrir y a guardar en vuestra memoria algunos de estos lugares.

Les Alberedes. Autor, Antonio Porcar

Les Alberedes. Autor, Antonio Porcar

Els Ports y El Maestrat
El término de Morella está dividido en diez partidas, denominadas denas, que albergan conjuntos de pequeñas aldeas cuyo medio de subsistencia primigenio fue la agricultura o la ganadería, y que han sido progresivamente abandonadas. Es el caso de la Llécua o Llàcova que recibe su nombre por ubicarse en una antigua laguna esteparia, seca en verano, en la que se cultivaron cereales y patatas. Las primeras casas se fundaron en el siglo XVI, y en 1924 se contaban hasta 66 vecinos en la aldea, que llegó a tener alcaldía pedánea, escuela, cementerio y ermita. Vivían carboneros, pastores, carpinteros, herreros… y había una taberna, un estanco e incluso un hostal, como capital de la Dena del Moixacre, una zona a la que podemos acceder por un desvío de la CV-12 de Morella a Ares, justo por donde pasa la romería a Sant Pere de Castellfort.
La Pobla de Ballestar, en Vilafranca, el mas de Els Llivis o el de la Torre de Querol son otros lugares abandonados recogidos en la obra de Almerich y Hernández, como el caso de la aldea de la Salvassòria, también en Morella. En pie resta a duras penas la iglesia dedicada a Santa Lucía y el portón románico entre la maleza. Junto al río Bergantes, la antigua Fábrica Giner de Morella, dedicada al negocio textil, creó una pequeña colonia de habitantes en 1870 que actualmente es utilizada como albergue juvenil.
El último habitante de Les Alberedes o Albereda de Portell se marchó en 1988. Se llamaba Simón Martí, y los autores del libro hablaron con él de su aldea. Decía que a Les Alberedes, “por no pasar no pasó ni la Guerra Civil”. Los niños de esta aldea, ya fundada en 1212, iban a clase a Casas de San Juan, en el término de Cantavieja, a medio kilómetro de sus casas. Una escuela al otro lado del río a la que acudían en 1925 hasta 25 niños, cuyos pupitres cubiertos de polvo duermen el silencio de Els Ports junto a la pizarra y otros enseres escolares. Los gritos y risas de los niños dejaron de oírse en esta zona en la década de los setenta del siglo pasado. Hacia 1973.

Entrada dels Pelegrins de Les Useres a Sant Miquel de les Torrocelles. Autor, Pep Granell

Entrada dels Pelegrins de Les Useres a Sant Miquel de les Torrocelles. Autor, Pep Granell

L’Alcalatén
En esta comarca, sorprende la cantidad de casas, corrales, puentes, ermitas y caminos empedrados utilizados en tiempos pasados y que ahora se nos muestran con nostálgico semblante. Nombres como Bibioj, el Mas Quemado, la Masía de Agustina, el Mas de la Costa o La Cimorra se recogen en “Pobles abandonats”, pequeños núcleos de casas recias hechas de piedras y esfuerzo, que ahora se sostienen a duras penas. Se contaban los ‘masos’ por centenas en el siglo XIX, hasta su progresivo despoblamiento a finales del siglo XX.
Els Pelegrins de Les Useres rezan en Sant Miquel de les Torrocelles antes de comer bajo los porches de la ermita. Luego retoman su camino hasta el Penyagolosa. Así se perpetúa la función de cobijo de la ermita dedicada a Sant Miquel, originaria del siglo XIII, que estuvo habitada, al menos por una religiosa, hasta 1982.

Campos de Arenoso, dormido bajo las aguas
Campos permanece ahora invisible a la vista, pero sigue presente en los ojos de aquellos que nacieron y vivieron allí. Un pueblo sepultado a finales de la década de los 70 bajo las aguas del embalse de Arenós, en el río Mijares, a mitad de camino entre Montanejos y La Puebla de Arenoso. No son pocos los recuerdos que de esta población guardan sus habitantes y quienes descienden de ellos, de un “Campos dormido bajo las aguas”, como reza un libro de Eliseo Balaguer, ya agotado.
El extracto del poema de Vicenta Torán, nos da una visión más concreta de lo que debieron sentir los habitantes de este lugar al saber que tenían que abandonar sus casas, su vida, para dejar paso a las aguas del río.

“Adiós Campos muy querido:
no hallo como quisiera
palabras para ensalzar
las bellezas de mi tierra.
Cuando el embalse esté lleno
si yo vengo por aquí
sabré que se halla en el fondo
el pueblo en que yo nací.
No importa que no te vea
y que de agua estés cubierto
que con los ojos del alma
te veré a cada momento.
Adiós pueblo, adiós fuente,
adiós puente y tus murallas,
siempre te recordaremos
aunque estés bajo las aguas”.
Vicenta Torán. 1973.

Un adiós obligado y anunciado, no por ello menos doloroso y sentido, el que tuvieron que dedicar a su pueblo las decenas de habitantes en 1977.

Bibliografía: “Pueblos abandonados. Los paisajes del olvido”. Autores: Agustí Hernández y José Manuel Almerich. 2006

Embalse de Arenós. Autor, neusbordas

Embalse de Arenós. Autor, neusbordas

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Traducció al valencià:

Pobles abandonats

No sols parlen les pedres, també els últims habitants de xicotets conjunts de cases, de carrers, d’edificis sense llustre. Són els que habiten l’oblit els que conten les històries que arreplega l’obra d’Almerich i Hernández: Pobles abandonats. Els paisatges de l’oblit.
“Les condicions de vida en les zones de l’interior valencià sempre han sigut dures. Exposades als accidents del clima i als, de vegades, llargs períodes de sequera, fa la impressió que els habitants sempre van viure esperant l’oportunitat d’escapar-se. Per als que van nàixer en el fons d’un barranc, en una aldea perduda o en els límits d’Els Ports i el massís del Penyagolosa, la muntanya era un obstacle a salvar i un entorn per dominar, cosmovisió molt llunyana de la dels neorurals”.
Almerich parla de la lluita per la supervivència basada en l’explotació de la naturalesa, i en una constant adaptació a l’entorn. El fred intens a l’hivern i les condicions extremes d’alimentació deficient i fam, feien que inclús haguera qui “es passava dies sencers de pelegrinatge a santuraris com L’Estrela, Sant Joan o Sant Pere de Castellfort per a menjar rotllos de pa o algun caldo calent”.
Exemples desgranats en este interessant document s’ubiquen en zones de durs hiverns, de pedres protagonistes d’un paisatge agrest d’amplis cels i aspres muntanyes. El procés d’emigració i esgotament biològic ha comportat l’abandó, la despoblació o desaparició de molts nuclis de població i masies, com Bibioj (Villahermosa del Río), Jinquer (Alcudia de Veo), Arteas de Arriba i El Molinar (Bejís), La Saranyana (Todolella), Pujol Royo (Ludiente), el Rotgle (l’Alcora) o Suera Alta (Suera), entre desenes més. Altres llocs lluiten per a no despoblar-se definitivament: el Boixar, el Molinell, Bel o Villanueva de Viver; mentres altres han sigut reocupats per neorurals, com L’Artejuela (Arañuel) o les Cases del Carbo (Villahermosa del Río). Les causes de l’abandó d’estes aldees, masos i pobles han sigut l’emigració rural, la construcció d’embassaments (com el cas de Campos de Arenoso), les catàstrofes naturals, l’expulsió dels moriscos o les restes deixades per la construcció de colònies agrícoles o industrials.
Us invitem a descobrir i a guardar en la vostra memòria alguns d’estos llocs.

Els Ports i El Maestrat
El terme de Morella està dividit en deu partides, anomenades dena, que acullen conjunts de xicotetes aldees el mitjà de subsistència primigeni de les quals va ser l’agricultura o la ramaderia, i que han sigut progressivament abandonades. És el cas de la Llécua o Llàcova, que rep el seu nom per ubicar-se en una antiga llacuna estepària, seca a l’estiu, en la que es van cultivar cereals i creïlles. Les primeres cases es van fundar en el segle XVI, i en 1924 es comptaven fins a 66 veïns en l’aldea, que va arribar a tindre alcaldia pedània, escola, cementeri i ermita. Vivien carboners, pastors, fusters, ferrers… i hi havia una taverna, un estanc i inclús un hostal, com a capital de la Dena del Moixacre, una zona a què podem accedir per un desviació de la CV-12 de Morella a Ares, just per on passa la romeria a Sant Pere de Castellfort. La Pobla de Ballestar, a Vilafranca, el Mas dels Llivis o el de la Torre de Querol són altres llocs abandonats citats en l’obra d’Almerich i Hernández, com el cas de l’aldea de la Salvassòria, també a Morella. En peu resta, a males penes, l’església dedicada a Santa Llúcia i la porta romànica entre les males herbes. Riba el riu Bergantes, l’antiga Fàbrica Giner de Morella, dedicada al negoci tèxtil, va crear una xicoteta colònia d’habitants en 1870 que actualment és utilitzada com a alberg juvenil.
L’últim habitant de Les Alberedes o Albereda de Portell se’n va anar en 1988. Es deia Simón Martí, i els autors del llibre van parlar amb ell de la seua aldea. Deia que a Les Alberedes, “per no passar no va passar ni la Guerra Civil”. Els xiquets d’esta aldea, ja fundada en 1212, anaven a escola a Casas de San Juan, al terme de Cantavieja, a mig quilòmetre de les seues cases. Una escola a l’altre costat del riu on acudien en 1925 fins a 25 xiquets i els pupitres de la qual coberts de pols dormen el silenci de Els Ports junt a la pissarra i altres efectes escolars. Els crits i rialles dels xiquets van deixar de sentir-se en esta zona en la dècada dels setanta del segle passat. Cap a 1973.

L’Alcalatén
En esta comarca, sorprén la quantitat de cases, corrals, ponts, ermites i camins empedrats utilitzats en temps passats i que ara se’ns mostren amb nostàlgic semblant. Noms com Bibioj, el Mas Quemado, la Masia de Agustina, el Mas de la Costa o La Cimorra es recullen en “Pobles abandonats”, xicotets nuclis de cases robustes fetes de pedres i esforç, que ara se sostenen a males penes. En el segle XIX es comptaven els masos per centenes, fins al seu progressiu despoblament a finals del segle XX.
Els Pelegrins de Les Useres resen en Sant Miquel de les Torrocelles abans de menjar davall els porxes de l’ermita. Després reprenen el seu camí fins al Penyagolosa. Així es perpetua la funció de recer de l’ermita dedicada a Sant Miquel, originària del segle XIII, que va estar habitada, almenys per una religiosa, fins a 1982.

Campos de Arenoso, dormit davall les aigües
Campos roman ara invisible a la vista, però seguix present a ulls veients d’aquells que hi van nàixer i van viure. Un poble sepultat a finals de la dècada dels 70 davall les aigües de l’embassament d’Arenós, en el riu Millars, a mitat camí entre Montanejos i La Puebla de Arenoso. No són pocs els records que d’esta població guarden els seus habitants i els seus descendents, d’un “Campos dormido bajo las aguas”, com resa un llibre d’Eliseo Balaguer, ja esgotat.
L’extracte del poema de Vicenta Torán, ens dóna una visió més concreta del que sentiren els habitants d’este lloc al saber que havien d’abandonar les seues cases, la seua vida, per a deixar pas a les aigües del riu.

“Adiós Campos muy querido:
no hallo como quisiera
palabras para ensalzar
las bellezas de mi tierra.
Cuando el embalse esté lleno
si yo vengo por aquí
sabré que se halla en el fondo
el pueblo en que yo nací.
No importa que no te vea
y que de agua estés cubierto
que con los ojos del alma
te veré a cada momento.
Adiós pueblo, adiós fuente,
adiós puente y tus murallas,
siempre te recordaremos
aunque estés bajo las aguas”.
Vicenta Torán. 1973.

Un adéu obligat i anunciat, no per això menys dolorós i sentit, el que van haver de dedicar al seu poble les desenes d’habitants en 1977.