Por tierras de Lucena del Cid (1ª Parte)
Junto a un paisaje preñado de barrancos y fuentes, el río Lucena traza orgulloso su curso a los pies de Lucena del Cid, capital histórica de la antigua baronía de Alcalatén. Se trata de un paisaje áspero, con personalidad grabada a fuego por las gentes que lo han poblado durante siglos. Los bosques fueron aniquilados para alimentar los voraces hornos de cerámica de Alcora y Onda, y su agricultura es pobre. Es territorio de masías, las típicas casas de labranza, donde los masoveros cultivaron antaño huertas en el fondo de los barrancos, y cereales, leguminosas, olivos, almendros y algarrobos en las laderas de secano. Con el fruto de su trabajo acudían a los mercados de Lucena llevando a cuestas la imagen de la tradición.
Vista de Lucena del Cid. Autora, Nuria Andrés del Alar
A mediados del siglo pasado Lucena floreció al calor de sus industrias de lienzos, tejidos de lana, seda y algodón, junto con la fabricación de mantas, alpargatas, papel, licores… y una pujante industria cerámica. Pero hoy Lucena del Cid amortigua su decadencia agrícola e industrial gracias a un turismo de interior que se incrementa día a día atraído por su historia, arte y naturaleza espectaculares. A los numerosos restos prehistóricos se une la Torre ibérica de Foios, única de su género en el País Valenciano, y que formaba parte de las fortificaciones de un poblado datado en el siglo IV a.C. Muchos siglos después, la villa y sus dominios crecieron en el lugar que el Conquistador cedió a Juan Ximén de Urrea en 1233, aunque el misterio envuelve aún en qué momento fue ocupada por cristianos, y cuándo accedió a su carta puebla. Como sucedió en todo el levante, la expulsión de los moriscos en 1609 mermó su población considerablemente. Pero la historia volvió a poner a Lucena en primera línea con las guerras Carlistas, en el XIX, cuando la villa resistió repetidos asaltos y sitios (el mismísimo Cabrera, el Tigre del Maestrazgo, fracasó también durante el verano de 1839).
Riu Llucena al pas per Mas de Molló. Autor, Ximo Garici
La villa de Lucena conserva sabiamente su tipismo tradicional y un curioso sabor a pueblo montañés. El antiguo castillo del duque de Híjar, que domina la población desde lo alto, posteriormente fue cárcel y tras su restauración terminó incluso albergando unas escuelas. También es de destacar la plaza Mayor o de la Fuente, flanqueada por arcadas y soportales ojivales, cuyo nombre alude a la recia fuente de piedra con gruesos caños que se levanta en su centro.
Continuará…
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Fotografía de portada: Torre ibérica de Foios. Autor, J. Serrador.
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