Nuestros bosques, nuestros árboles,….nuestra vida (1ª Parte)

Nuestros bosques, nuestros árboles,….nuestra vida (1ª Parte)

“En la hora del nacimiento, un árbol hermano para enraizar.
Un árbol en la hora de la muerte para conducirnos.
Un árbol guardián que custodia nuestra casa.
El árbol en la plaza para la unión del pueblo.
Un árbol templo para la boda, la fiesta y para hablar con el cielo.
Un árbol rey en el centro de la nación para inspirarnos.
Un árbol al Principio.
Un árbol en el ombligo del tiempo.
Y un árbol antes del fin.
Y en esta hora oscura, millares de árboles medicina para sanar al hombre y a la Tierra”.
(Ignacio Abella, La Magia de los Árboles)

Hace unos 8.000 años, tras la última glaciación, los paisajes vegetales de nuestras tierras eran notablemente distintos a los de hoy: bosques de abedules y coníferas, como el pino silvestre o el pino negro, caracterizaban un territorio aún virgen para el ser humano.
Desde entonces, los sucesivos cambios climáticos que han conducido al actual clima mediterráneo, propiciaron su paulatina sustitución, primero por avellanos y después por fagáceas del género Quercus: carrascas, quejigos y alcornoques. Estos bosques esclerófilos son, pues, relativamente recientes, ya que se desarrollaron, básicamente, a partir de los últimos periodos de la era terciaria.
En el contexto mundial de flora y vegetación, las comarcas de Castellón se encuadran en la región florística mediterránea, diferenciada, precisamente, por estas especies esclerófilas, de hoja perenne y endurecida, adaptadas muy eficazmente a vivir en climas contrastados, con ciclos de aridez en los que aprovechan al máximo la escasa agua disponible.
Sin embargo, la vegetación no es homogénea en todo el territorio: a medida que se asciende en altitud, disminuye la temperatura y aumenta la humedad, lo que se traduce en cambios graduales de comunidades vegetales, desde el nivel del mar hasta las cotas más elevadas, en forma de pisos o cinturones de vegetación.
En nuestras comarcas esta sucesión bioclimática se manifiesta en una gran diversidad de bosques: carrascales, alcornocales, quejigares, y sabinares y pinares albares en las mayores altitudes.

Bellotas de Carrasca

Bellotas de Carrasca

CARRASCALES
Los carrascales son los bosques climácicos, perfectamente adaptados al clima mediterráneo, de la mayor parte de las comarcas castellonenses, desde el nivel del mar hasta los 1.400 m de altitud. En su estado primario, eran formaciones muy densas y ricas, con gran número de arbustos, herbáceas y lianas en su sotobosque.
La carrasca (Quercus ilex subsp. ballota), quizás el árbol más característico de nuestros bosques mediterráneos, existe en el sur de Europa ya desde el Oligoceno (hace 25-30 millones de años), desarrollando a partir del Cuaternario una gran resistencia al frío. Durante este periodo, carecía de la importancia y densidad forestal actual, desempeñando un papel secundario en nuestros montes y, según varios autores, su expansión en los últimos milenios se ha debido a la acción del ser humano y a expensas de bosques más mesófilos, como quejigares y alcornocales.
Es un árbol corpulento que puede alcanzar los 25 m de talla, con la corteza agrietada. Las hojas son coriáceas, con los márgenes dentados, verdes en el haz y grisáceas en el envés y pueden mantenerse hasta 3-4 años de vida. En los pies jóvenes, ramoneados por el ganado, las hojas de las ramas bajas son muy punzantes como defensa del árbol ante los herbívoros. Su fruto es la bellota, que junto a su madera y los pastos que crea bajo sus copas, han sido la base de la economía de muchas de nuestras comarcas.
Es un árbol de crecimiento lento, pero de gran vitalidad y capacidad de adaptación, pudiendo rebrotar vigorosamente de raíz, cepa o tronco, tras talas e incendios. Es tal la fortaleza de su madera que, según cuenta la leyenda, Hércules la escogió para tallar su poderoso garrote.
La encina o carrasca también es árbol mítico en muchas culturas: Júpiter expresaba su voluntad a través de ella y el dios de Abraham también le hablaba junto a una encina.
No sólo su cuerpo alimenta el organismo y el espíritu humano, sus raíces ocultan otro tesoro importante: la trufa (tòfona, Tuber melanosporum), hongo subterráneo muy apreciado por su aroma y sabor, que se utiliza como condimento culinario y para perfumar patés y embutidos. Tiene el aspecto de una pequeña patata negra y se recolecta, con la ayuda de perros adiestrados, desde noviembre a marzo. Su escasez hace que alcance en el mercado precios elevadísimos, por lo que puede representar una importante fuente adicional de ingresos. Además, hoy se inyectan en las raíces de los árboles o se realizan plantaciones inoculadas, obteniéndose una alta productividad en terrenos pobres (hasta 100 k/h).

Por este rico manjar, es visitante y excavador usual del carrascal el jabalí (porc senglar, Sus scrofa), que también aprovecha las bellotas y utiliza los troncos para frotarse y limpiar su dura piel.

Jabalí. Autor, Juan Carlos Calvo Barrios

Jabalí. Autor, Juan Carlos Calvo Barrios

Desde la Edad Media (siglos XII-XIII), la explotación de los productos de los bosques ha sido de vital importancia para la subsistencia de los diversos pobladores de las comarcas interiores. Los montes suministraban madera verde para la construcción (vigas, ventanas, puertas…); madera seca como combustible y una excelente materia prima para la fabricación de aperos agrarios, muebles y embarcaciones.
Con el desarrollo de estas prácticas, también surgen las primeras normas de protección para asegurar la renovación de estos importantes recursos y garantizar su aprovechamiento sostenible, ya que en la explotación eran frecuentes los expolios y las talas abusivas, a menudo justificadas como medida de defensa de las poblaciones frente a ataques enemigos.
Así, el carrascal aclarado constituye desde hace milenios el sistema silvopastoral de dehesa que aún se conserva en muchas zonas y representa un magnífico ejemplo de ecosistema equilibrado, con el ser humano, los animales domésticos y la conservación de los recursos vegetales.
Sin embargo, el ancestral uso del territorio y las múltiples actividades humanas que se han desarrollado en estos bosques hasta los años 60-70 (agricultura, ganadería, explotación de leñas y madera, producción de carbón vegetal y de cal), han conducido a su degradación, con graves dificultades de reproducción por semilla, y a su desaparición en muchos espacios, en los que han sido sustituidos por comunidades vegetales secundarias, arbustivas y herbáceas.

Coscoja. Autora, Mª África

Coscoja. Autora, Mª África

MATORRALES: COSCOJARES
El abandono de las tierras de cultivo y los pastos, de las que previamente había desaparecido el bosque, conduce al desarrollo de herbazales, matojales y matorrales.
Merece destacar por su extensión el coscojar, al que da nombre la coscoja (coscoll, Quercus coccifera), un arbusto perenne con hojas duras, verdes y lustrosas por ambas caras y con el margen dentado y espinoso. Forma con sus ramas entramados inaccesibles, bajo los que se refugian distintas plantas herbáceas, y crea suelos de gran calidad.
Su nombre latino coccifera deriva de la palabra coccus, denominación de un insecto hemíptero (coco de tintes) que se alimenta de los jugos de la planta y forma agallas de color rojo en sus hojas. De la hembra machacada se obtiene un colorante rojo muy apreciado y conocido en árabe como quermes o quermezí (carmesí) con el que, dicen, se teñían las togas los senadores romanos.
En estos matorrales también es muy común el romero (romer o romaní, Rosmarinus officinalis), una especie aromática y melífera, indicadora, al igual que la aliaga, del intenso uso ganadero del terreno en que se encuentra. Diversos autores relacionan la síntesis de sustancias y aceites aromáticos con la ganadería, ya que parece ser una estrategia vegetal para evitar la predación por herbívoros, a los que disgusta su sabor.
De esta planta se obtiene el “alcohol de romero”, muy útil para combatir los dolores articulares y mitigar el cansancio. También se toma en infusión como tónico y para rebajar la sangre.
Cuenta Font Quer que durante el siglo XVI, empezó a prepararse el Agua de la Reina de Hungría, destilando con alcohol las sumidades floridas de romero. Se le atribuyeron grandes virtudes cosméticas, y aun para conservar a las damas entradas en años perennemente fresca la piel y poco menos que una eterna juventud.

Romero. Autora, Jacinta Lluch Valero

Romero. Autora, Jacinta Lluch Valero

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Traducció al valencià:
Els nostres boscos, els nostres arbres,….la nostra vida (1ª Part)

Fa uns 8.000 anys, després de l’última glaciació, els paisatges vegetals de les nostres terres eren notablement diferents dels d’avui: boscos de bedolls i coníferes, com el pi silvestre o el pi negre, caracteritzaven un territori encara verge per al ser humà.
Des de llavors, els successius canvis climàtics que han conduït a l’actual clima mediterrani, van propiciar la seua gradual substitució, primer per avellaners i després per fagàcies del gènere Quercus: carrasques, roures valencianes i sureres. Estos boscos esclerofil•ls són, per tant, relativament recents, ja que es van desenvolupar, bàsicament, a partir dels últims períodes de l’era terciària.
En el context mundial de flora i vegetació, les comarques de Castelló s’enquadren en la regió florística mediterrània, diferenciada, precisament, per estes espècies esclerofil•les, de fulla perenne i endurida, adaptades molt eficaçment a viure en climes contrastats, amb cicles d’aridesa en què aprofiten al màxim l’escassa aigua disponible.
No obstant això, la vegetació no és homogènia en tot el territori: a mesura que s’ascendeix en altitud, disminuïx la temperatura i augmenta la humitat, la qual cosa es traduïx en canvis graduals de comunitats vegetals, des del nivell del mar fins a les cotes més elevades, en forma de pisos o cinturons de vegetació.
En les nostres comarques esta successió bioclimàtica es manifesta en una gran diversitat de boscos: carrascars, suredes, rouredes, i savinars i pinedes de pi roig en les majors altituds.

CARRASCARS
Els carrascars són els boscos climàcics, perfectament adaptats al clima mediterrani, de la major part de les comarques castellonenques, des del nivell del mar fins als 1.400 m d’altitud. En el seu estat primari, eren formacions molt denses i riques, amb gran nombre d’arbustos, herbàcies i enfiladisses en el seu sotabosc.
La carrasca (Quercus ilex subsp. ballota), potser l’arbre més característic dels nostres boscos mediterranis, existeix en el sud d’Europa ja des de l’oligocé (fa 25-30 milions d’anys), desenvolupant a partir del quaternari una gran resistència al fred. Durant este període, no tenia la importància i densitat forestal actual, exercint un paper secundari en les nostres muntanyes i, segons diversos autors, la seua expansió en els últims mil•lennis s’ha degut a l’acció del ser humà, i a costa de boscos més mesòfils, com les rouredes i suredes.
És un arbre corpulent que pot arribar als 25 m d’alçada, amb la corfa clavillada. Les fulles són coriàcies, amb els marges dentats, verdes en el feix i grisenques en el revés i poden mantindre’s fins a 3-4 anys en l’arbre. En els peus jóvens, esporgats pel bestiar, les fulles de les branques baixes són molt punxants com a defensa de l’arbre davant dels herbívors. El seu fruit és l’aglà, que junt amb la seua fusta i els pastos que crea davall les seues copes, han sigut la base de l’economia de moltes de les nostres comarques.
És un arbre de creixement lent, però de gran vitalitat i capacitat d’adaptació, podent rebrotar vigorosament d’arrel, cep o tronc, després de tales i incendis. És tal la fortalesa de la seua fusta que, segons conta la llegenda, Hèrcules la va triar per a tallar el seu poderós garrot.
L’alzina o carrasca també és arbre mític en moltes cultures: Júpiter expressava la seua voluntat a través d’ella i el déu d’Abraham també li parlava baix una alzina.
No sols el seu cos alimenta l’organisme i l’esperit humà, les seues arrels oculten un altre tresor important: la tòfona (trufa negra, Tuber melanosporum), fong subterrani molt apreciat per la seua aroma i sabor, que s’utilitza com a condiment culinari i per a perfumar patés i embotits. Té l’aspecte d’una xicoteta creïlla negra i es recol•lecta, amb l’ajuda de gossos ensinistrats, des de novembre a març. La seua escassetat fa que aconseguisca en el mercat preus elevadíssims, per la qual cosa pot representar una important font addicional d’ingressos. A més, hui s’injecten en les arrels dels arbres o es realitzen plantacions inoculades, obtenint-se una alta productivitat en terrenys pobres (fins a 100 k/h).
Per este ric menjar, és visitant i excavador usual del carrascar el porc senglar (jabalí, Sus scrofa), que també aprofita les bellotes i utilitza els troncs per a fregar-se i netejar la seua dura pell.
Des de l’Edat Mitjana (segles XII-XIII), l’explotació dels productes dels boscos ha sigut de vital importància per a la subsistència dels diversos pobladors de les comarques interiors. Les muntanyes subministraven fusta verda per a la construcció (bigues, finestres, portes…); fusta seca com a combustible i una excel•lent matèria primera per a la fabricació d’apers agraris, mobles i embarcacions.
Amb l’augment d’estes pràctiques, també sorgeixen les primeres normes de protecció per a assegurar la renovació d’estos importants recursos i garantir el seu aprofitament sostenible, ja que en l’explotació eren freqüents els espolis i les tales abusives, sovint justificades com a mesura de defensa de les poblacions enfront d’atacs enemics.
Així, el carrascar aclarit constituïx des de fa mil•lennis el sistema silvopastoral de devesa que encara es conserva en moltes zones i representa un magnífic exemple d’ecosistema equilibrat, amb el ser humà, els animals domèstics i la conservació dels recursos vegetals.
No obstant això, l’ancestral ús del territori i les múltiples activitats humanes que s’han desenrotllat en estos boscos fins als anys 60-70 (agricultura, ramaderia, explotació de llenyes i fusta, producció de carbó vegetal i de calç), han conduït a la seua degradació, amb greus dificultats de reproducció per llavor, i a la seua desaparició en molts espais, en els que han sigut substituïts per comunitats vegetals secundàries, arbustives i herbàcies.

MATOLLS: COSCOLLARS
L’abandó de les terres de cultiu i els pastos, de les que prèviament havia desaparegut el bosc, conduïx al desenvolupament d’herbassars i matollars.
Mereix destacar per la seua extensió el coscollar, a què dóna nom el coscoll (coscoja, Quercus coccifera), un arbust perenne amb fulles dures, verdes i llustroses per ambdós cares i amb el marge dentat i espinós. Forma amb les seues branques entramats inaccessibles, davall els que es refugien distintes plantes herbàcies, i crea sòls de gran qualitat.
El seu nom llatí coccifera deriva de la paraula coccus, denominació d’un insecte hemípter (coco de tints) que s’alimenta dels sucs de la planta i forma agalles de color roig en les seus fulles. De la femella picada s’obté un colorant roig molt apreciat i conegut en àrab com a quermes o quermezí (carmesí) amb el que, diuen, es tenyien les togues els senadors romans.
En estos matolls també és molt comú el romer (romero, Rosmarinus officinalis), una espècie aromàtica i mel•lífera, indicadora, igual que l’argelaga, de l’intens ús ramader del terreny en què es troba. Diversos autors relacionen la síntesi de substàncies i olis aromàtics amb la ramaderia, ja que pareix una estratègia vegetal per a evitar la predació per herbívors, a qui disgusta el seu sabor.
D’esta planta s’obté l’alcohol de romer, molt útil per a combatre els dolors articulars i mitigar el cansament. També es pren en infusió com a tònic i per a rebaixar la sang.
Conta Font Quer que durant el segle XVI, va començar a preparar-se l’Aigua de la Reina d’Hongria, destil•lant amb alcohol les summitats florides de romer. Se li van atribuir grans virtuts cosmètiques, i inclús per a conservar a les dames entrades en anys perennement fresca la pell i quasi una eterna joventut.