Bosques del Alto Mijares. El misterio de la otoñada (2ª Parte)
Cirat despliega por esta época un abanico de colores a cual más perfecto: en sus arboledas, en sus parques y también a la vera del río, donde el agua se desliza mansamente bajo la sombra de altos chopos y alamedas. Todas las tonalidades del otoño se originan de dos formas muy distintas: los pigmentos rojos, por ejemplo, son sintetizados cada año para proteger la hoja de los nocivos rayos ultravioleta solares. En cambio, los amarillos y naranjas están ya presentes desde un principio, y se vuelven visibles con la desaparición de la clorofila, la sustancia que aporta el verde predominante durante el resto del año.
Hojas de roble durante el otoño. Autor, Mr Porse
Con muy pocos días de diferencia, y como respondiendo a una llamada, las hojas de sauces, olmos y chopos comienzan a revolotear y caer a millones por el suelo. En el momento crítico, los tejidos unidos al tallo desarrollan dos capas de células muy especiales: la primera, más cercana a la hoja, es gelatinosa y quebradiza, de modo que la más leve brisa que corra entre las ramas resulta suficiente para hacerla caer; la segunda, más cercana al tallo, es dura y de textura similar al corcho, lo que servirá para sellar la zona de ruptura cuando se desprenda la hoja. Este proceso se debe curiosamente a una sustancia que las plantas producen de forma natural, el etileno, usado en muchos cultivos para acelerar la maduración y caída de cerezas, uvas y otros frutos de interés comercial (la famosa frase «una manzana podrida echa a perder el cesto» tiene precisamente su explicación en el etileno, ya que al desprenderse este gas se acelera la maduración de sus compañeras).
Hojas caídas. Autor, Ramón Peco
En unas semanas Cirat y las riberas del Mijares exhibirán la desnuda estampa del invierno. Las especies de hoja caduca se disponen al descanso, ese sueño anual obligado a la espera de mejores tiempos. Desprovistos de sus «centrales de alimento», ¿interrumpen realmente estos árboles el crecimiento hasta la llegada de la primavera?. Sin duda, y hay una manera muy sencilla de comprobarlo: durante el verano, cuando las hojas se mantienen activas y el crecimiento alcanza su vigor máximo, los troncos aumentan su circunferencia. Sin embargo, a medida que avanza el otoño y se pierde el follaje, estos árboles entran en un periodo de carestía y las nuevas células son cada vez más pequeñas, hasta que a mediados del invierno su producción se detiene por completo. Así, el cambio anual produce un anillo graduado en la madera del tronco, fácil de ver si se secciona con una sierra mecánica. Esta es la razón de que la cantidad de anillos en un árbol nos informe de cuántos veranos ha disfrutado, y también los inviernos de penuria que ha superado con éxito. Es más, las dimensiones de los anillos (anchos durante los años buenos, estrechos durante los malos) constituyen un registro perfecto de las variaciones del clima a lo largo de la vida del árbol.
Salto de la Novia en Cirat. Autor, David Serrano