Bosques del Alto Mijares. El misterio de la otoñada (1ª Parte)

Bosques del Alto Mijares. El misterio de la otoñada (1ª Parte)

Llegan los últimos meses del año, y comienza el espectáculo de la otoñada y la caída de la hoja en numerosos bosques de la provincia. Quizás sea el Alto Mijares, en la comarca homónima, el lugar más a propósito para disfrutar del portentoso baile cromático que ofrece la naturaleza por estas fechas, y donde los tonos rojos, amarillos y anaranjados campean a sus anchas entre el verde de los prados para despedir, una vez más, la benigna estación estival. El agreste territorio cercano a Cirat, con sus forestas ribereñas sombreando huertas, casetas y antiguos azudes de riego, es el objetivo de nuestra próxima excursión, y el enclave elegido para ilustrar uno de los aspectos más admirados y contemplados del mes de octubre… La otoñada. ¿A qué se debe en realidad este bellísimo fenómeno de la naturaleza, repetido año tras año y que precede a la desnudez de los bosques durante el invierno?

Embalse del río Mijares en Cirat. Autor, ramonriera

Embalse del río Mijares en Cirat. Autor, Ramonriera

A medida que el año se acerca a su fin, los días se vuelven más cortos y se reduce el número de horas hábiles para el funcionamiento de las hojas. Bajo estas condiciones ya no pueden producir alimento gracias a su clorofila, y muchas plantas dejan realmente de estar activas. Solo las especies provistas de hojas duras y especiales pueden mantener sus hojas activas durante el invierno, y seguir por tanto alimentándose. Es lo que ocurre con pinos, enebros, cipreses y la mayoría de las coníferas que conocemos. Pero los árboles de hoja ancha deben prescindir de su “fábrica de alimento” si no quieren correr el riesgo de helarse. Robles, olmos, chopos, sauces y el resto de especies de hoja caduca revelan por estas fechas el proceso que todos conocemos como “otoñada”, lo que nos avisa de la inminencia de los fríos invernales.

Río Mijares. Autor, Anibal

Riu Millars. Autor, Anibal

Una de las primeras precauciones de estos árboles consiste en cubrir las yemas de futuras hojas con escamas, duras y coriáceas, que las protegerán del frío en la etapa más dura del año. Después, y justo antes de la caída de las hojas, los árboles reutilizan al máximo todos los compuestos útiles en ellas: la clorofila se descompone en unidades menores, que migran hacia las ramas, y lo mismo ocurre con otras sustancias como vitaminas, azúcares e incluso sales minerales. La hoja pierde así su flexibilidad al retirarse la savia que la mantenía viva, y las tonalidades verdes propias del verano desaparecen poco a poco, dando paso a los bellos colores propios de nuestros bosques en el mes de octubre.

Continuará…