Castell de Cabres, o la leyenda de los chivos que ganaron una batalla
“En los tiempos en que el mundo era más joven y un caballo valía la vida de un soldado y parte de la de otro, ocurrió que cierto viajero vino a pedir refugio a una fortaleza perdida por estas montañas. Si me otorgáis la debida paciencia, más tarde he de deciros el nombre de este castillo afortunado. Al cruzar las puertas, los soldados advirtieron que el caballo del desconocido estaba sudoroso por la cabalgada, mientras que de sus belfos caían espumarajos que rociaban el cuello y los flancos del animal. El jinete no se encontraba en mejor estado, pero solicitó entrevistarse con urgencia con el alcaide al que habló en estos términos: “Vengo a dar aviso de un inminente desastre. Se acerca una hueste bien nutrida por poniente, jinetes bien pertrechados, arqueros y campesinos a pie armados con hondas, hoces y martillos de herrero. Hay que protegerse de inmediato y llamar a las gentes de los alrededores para que corran a refugiarse al castillo».
Típica masía de Els Ports. Autor, Francisco Ortega
De inmediato los centinelas dirigieron su vista hacia el sur, y a pesar de la oscuridad que ya empezaba a cubrir valles y bosques a la caída de la tarde, no tardaron en distinguir un movimiento inusitado hacia las laderas de la Font de Vinaixos, cerca del río Cérvol. Al poco el humo de un incendio confirmó la noticia dada por el recién llegado. “¡Dad la voz de alarma, todos al castillo!”. Acostumbrados a estas contingencias los lugareños que vivían en las inmediaciones cogieron ganado, abrigo y alimento y se dirigieron hacia el alto donde se encontraba la fortaleza para refugiarse en su patio de armas. Pero estaba escrito que no había de alargarse mucho el sitio, al menos en aquella feliz ocasión.
Protagonista de leyenda. Autor, IES-MGB
Pues el recién llegado, al ver que el ganado era mayormente cabras manejables y de carácter inquieto, propuso al alcaide que ordenase a sus soldados de atar teas cubiertas de estopa y aceite a los cuernos de cada animal, y que de seguido los subiesen a las murallas, atalayas y cualquier punto elevado de la fortaleza y alrededores. Así lo hicieron, a pesar de no entender muy bien sus fines, y a la puesta de sol, cuando la turba enfurecida de atacantes tuvo a la vista el castillo, el alcaide gritó con voz perentoria: “¡encended las teas!”. Campesinos y soldados se apresuraron a obedecer, y he aquí que en la oscuridad de la noche, aún más oscura por las espesas nubes de nieve que ocultaban la luna, la cima y las laderas de la fortaleza se llenaron de puntos de luz que se movían de un lado a otro al igual que un ejército aprestándose a la batalla. El enemigo no dudó que tantas antorchas encendidas escondían un peligro mortal, de modo que su lugarteniente dio orden de retirada evitando así un choque sin duda desigualado y sangriento… con unas huestes de cabras.
Intento de asalto por sorpresa a las murallas. De la obra Las Cruzadas. Gustavo Doré (1832-1883)
Así es como mediante esta hábil artimaña se evitó lo que podría haber sido un largo y conflictivo sitio. Para conmemorar la ocasión el dueño de esta Tenencia puso por nombre al castillo y al pueblo “Castell de Cabres”, otorgando así a un ganado de chivos la dignidad que ya quisieran tener muchos de los vecinos con más hidalguía de estos reinos de Dios”.
Paisaje de la Tinença en Coratxar, cerca de Castell de Cabres. Autor, Alberto Casanova
[…] inverosímil salida de esta hoya. De ruta hacia el oeste cabe acceder a El Boixar, Coratxà y Castell de Cabres, entrando así en un altiplano yermo que difumina la peculiar fisonomía recortada del resto de la […]