El milagro del sauce blanco

El milagro del sauce blanco

Los primeros españoles que se internaron en las inmensidades del Nuevo Mundo, a comienzos del siglo XVI, se toparon con una curiosa costumbre entre los indios nativos: para aliviar los dolores reumáticos, musculares o de muelas, los chamanes recolectaban la corteza de un árbol de tonalidades grisáceas y gran porte. Machacada, la administraban después al enfermo eliminando de manera milagrosa sus dolencias. El árbol crecía a orillas de ríos y lagunas, y sus propiedades eran ya ampliamente conocidas miles de años antes a orillas del Éufrates y del Nilo. Su nombre: mimbrera o sauce blanco (Salix alba).

Efectivamente, los usos del sauce blanco para mitigar dolores y eliminar la fiebre vienen de lejos. El gran faraón Ramsés II, regio gobernante egipcio de la XIX dinastía, ya utilizaba infusiones de hoja de sauce para tratar su gingivitis y dolores articulares.

En el siglo V a.C., Hipócrates, el considerado como padre de la medicina, recomendaba masticar hojas de sauce para estos menesteres mientras que Celso, en el año 30 a.C. empezó a utilizar corteza de sauce para reducir la inflamación provocada por golpes e infecciones.

Sin embargo tuvieron que pasar más de 17 largos siglos hasta que, en la época de la Ilustración europea, alguien tuviese la feliz idea de experimentar con la corteza de sauce para establecer una base científica que avalase sus supuestas propiedades benéficas. Fue en 1763 cuando el reverendo inglés Edward Stone realizó lo que muchos consideran el primer ensayo clínico, eligiendo a 50 enfermos crónicos de fiebres reumáticas y dándoles a beber infusiones de corteza de sauce blanco. Los resultados fueron satisfactorios y, tras el hallazgo, envió una carta a la Royal Society de Londres para dar cuenta del experimento. Esta correspondencia todavía se conserva en la actualidad y es sin duda uno de los tesoros mejor guardados de la historia de la ciencia.

El principio activo de la corteza de sauce, la salicina, es un glucósido de sabor amargo que, como suele ser habitual, no se encuentra únicamente en esta especie. Aparece asimismo en otros árboles y arbustos, como los chopos, los álamos y la planta conocida como reina de los prados (Spiraea ulmaria), una rosácea propia de zonas húmedas de Europa y Asia. Las flores de esta planta tienen propiedades analgésicas, antiinflamatorias y antipiréticas, y fue precisamente de esta especie de donde, en el siglo XIX, se aisló con éxito la salicina. Lo demás es historia conocida, ya que todos hemos tomado alguna vez una aspirina, cuyo nombre deriva directamente de la planta de la cual se extrajo: de Spiraea.

El sauce blanco es un imponente árbol de hasta 25 m de altura, fácilmente distinguible tanto por el hábitat donde se encuentra (siempre a orillas de ríos y lagunas) como por sus peculiares hojas lanceoladas, de 5-10 cm de longitud, caducas y de color gris plateado, con el envés sedoso. Al llegar la época más cálida, los largos amentos colgantes dejan abrir sus cápsulas y liberan multitud de semillas envueltas en un plumón sedoso de color blanco, que al salir de su envoltura llenan el aire estival de flotantes copos de algodón evolucionando a merced del viento. En la provincia de Castelló este árbol no es tan frecuente como su amplia distribución boreal podría hacer pensar. Se encuentra fundamentalmente en la cuenca alta y media del río Mijares, y también en el norte, en Els Ports, donde lo intrincado de la orografía ha permitido su conservación en algunos cursos de agua de la comarca.

Y es que la explotación secular de los medios fluviales por parte del ser humano ha relegado poco a poco esta especie, y en general a todas las comunidades de bosques de ribera en el área mediterránea, a un papel cada vez más marginal.

En épocas tempranas del Holoceno, cuando el clima era sustancialmente más húmedo que en la actualidad, el sauce blanco estuvo mucho más extendido, formando bosques en terrenos abiertos de suelos fértiles y profundos. Sin embargo, a medida que el clima en la Península Ibérica fue adquiriendo sus características cálidas y secas, los sauces, junto con sus primos los chopos y los álamos, fueron replegándose paulatinamente hacia zonas más frescas y húmedas en los valles y a orillas de ríos, lagos y torrenteras.

Efectivamente, como ya se ha dicho, el sauce blanco crece junto a los cursos de agua, casi siempre en los terrenos más fértiles de las vegas. Una peculiaridad de esta especie es que sus raíces son superficiales y ayudan a proteger los suelos inmediatos al río de la fuerza del agua durante las avenidas, muy frecuentes en este clima y reducen la velocidad del agua gracias a la gran flexibilidad de sus troncos y ramas. Su carácter pionero y la rapidez de su crecimiento ayudan a reparar en poco tiempo la devastación causada por las riadas. Por ello, es una especie muy utilizada en restauración de riberas.

Como hemos visto, las propiedades medicinales del sauce blanco se deben a la presencia del glucósido salicina que, curiosamente, también se encuentra en el castóreo, una secreción de las glándulas anales del castor (Castor sp.) que el animal utiliza metódicamente para mantener lustroso el pelaje. El castóreo se ha utilizado tradicionalmente en perfumería y como aditivo alimentario por su potente sabor a vainilla. Pero su uso, como es lógico, se ha extendido asimismo para tratar dolores leves y accesos de fiebre, lo que sin duda subraya una relación oculta entre el sauce blanco y este roedor acuático: efectivamente, el sauce blanco es un componente habitual en su dieta, ya que este árbol abunda en los ambientes húmedos donde vive el animal. Y es que las principales propiedades curativas del sauce se concentran en su corteza, que el castor roe concienzudamente durante sus trayectos por los bosques de ribera aledaños a su hogar.

Aplicada en cocción, la corteza de sauce blanco reduce el dolor en casos de reumatismos y artritis; es eficaz para tratar dolores de cabeza y malestares asociados con procesos catarrales y gripales, incluida la fiebre y alivia los dolores propios de la menstruación. También se ha utilizado contra la acidez de estómago (ya que es astringente y antiácido), para perder peso y como protección de la piel, debido a su alta concentración en compuestos antioxidantes que reducen la aparición de arrugas y otras marcas de la edad. Y por si esto fuera poco, recientemente se han hecho avances científicos que resaltan la eficaz protección del principio activo contra la placa bacteriana que ataca nuestra dentadura, además de estimular el crecimiento de las células madre de los dientes favoreciendo su regeneración.

No cabe duda de que nuestros lejanos antepasados, al descubrir y utilizar la corteza de sauce con fines medicinales nos legaron un poderoso conocimiento, que aún hoy no solo rinde pingües beneficios para la marca Bayer, propietaria de la aspirina, sino que también sigue dando satisfactorias respuestas a futuros retos médicos.

Nuestro rendido homenaje, por tanto, a este árbol de plateadas hojas que embellece las riberas de los más protegidos rincones fluviales en la provincia y en medio mundo. Y ojalá que, a partir de ahora, sepamos agradecerle con largueza su presencia silenciosa y señorial en nuestras tierras: todo un milagro, el milagro del sauce blanco.


Traducció al valencià:

El miracle del salze blanc

Els primers espanyols que es van internar en les immensitats del Nou Món, al començament del segle XVI, es van topar amb un curiós costum entre els indis natius: per a alleujar els dolors reumàtics, musculars o de queixals, els xamans recol·lectaven la corfa d’un arbre de tonalitats grisenques i gran port. Picada, l’administraven després al malalt eliminant de manera miraculosa les seues dolences. L’arbre creixia a la vora de rius i llacunes, i les seues propietats eren ja àmpliament conegudes milers d’anys abans a la vora de l’Eufrates i del Nil. El seu nom: vimenera o salze blanc (Salix alba). Efectivament, els usos del salze blanc per a mitigar dolors i eliminar la febra vénen de lluny. El gran faraó Ramses II, regi governant egipci de la XIX dinastia, ja utilitzava infusions de fulla de salze per a tractar la seua gingivitis i dolors articulars. En el segle V aC, Hipòcrates, el considerat com a pare de la medicina, recomanava mastegar fulles de salze per a estos menesters mentres que Celso, l’any 30 aC. va començar a utilitzar corfa de salze per a reduir la inflamació provocada per colps i infeccions. No obstant, van haver de passar més de 17 llargs segles fins que, en l’època de la Il·lustració europea, algú tinguera la feliç idea d’experimentar amb la corfa de salze per a establir una base científica que avalara les seues suposades propietats benèfiques. Va ser en 1763 quan el reverend anglès Edward Stone va realitzar el que molts consideren el primer assaig clínic, triant a 50 malalts crònics de febres reumàtiques i donant-los a beure infusions de corfa de salze blanc. Els resultats van ser satisfactoris i, després de la troballa, va enviar una carta a la Royal Society de Londres per a donar compte de l’experiment. Esta correspondència encara es conserva en l’actualitat i és sens dubte un dels tresors millor guardats de la història de la ciència.

El principi actiu de la corfa de salze, la salicina, és un glucòsid de sabor amarg que, com sol ser habitual, no es troba únicament en esta espècie. Apareix també en altres arbres i arbustos, com els xops, els àlbers i la planta coneguda com a reina dels prats (Spiraea ulmaria), una rosàcia pròpia de zones humides d’Europa i Àsia. Les flors d’esta planta tenen propietats analgèsiques, antiinflamatòries i antipirètiques, i va ser precisament d’esta espècie d’on, en el segle XIX, es va aïllar amb èxit la salicina. La resta és història coneguda, ja que tots hem pres alguna vegada una aspirina, el nom de la qual deriva directament de la planta de la qual es va extraure: de Spiraea.

El salze blanc és un imponent arbre de fins a 25 m d’alçària, fàcilment distingible en l’hàbitat on es troba (sempre a la vora de rius i llacunes) per les seues peculiars fulles lanceolats, de 5-10 cm de longitud, caduques i de color gris platejat amb el revés sedós. A l’arribar l’època més càlida, els llargs aments penjants deixen obrir les seues càpsules i alliberen multitud de llavors envoltades en un plomissa sedosa de color blanc, que a l’eixir del seu embolcall omplin l’aire estival de flotants flocs de cotó evolucionant amb el vent. En la província de Castelló este arbre no és tan freqüent com la seua àmplia distribució boreal podria fer pensar. Es troba fonamentalment en la conca alta i mitja del riu Millars, i també en el nord, en Els Ports, on l’intricat de a seua orografia ha permés la seua conservació en alguns cursos d’aigua de la comarca.

I és que l’explotació secular dels medis fluvials per part del ser humà ha relegat a poc a poc esta espècie, i en general a totes les comunitats de boscos de ribera en l’àrea mediterrània, a un paper cada vegada més marginal.

En èpoques primerenques de l’holocè, quan el clima era substancialment més humit que en l’actualitat, el salze blanc va estar molt més estés, formant boscos en terrenys oberts de sòls fèrtils i profunds. Però, a mesura que el clima en la Península Ibèrica va anar adquirint característiques càlides i seques, els salzes, junt amb els seus cosins els xops i els àlbers, es van replegar gradualment cap a zones més fresques i humides en les valls i a la vora de rius, llacs i torrenteres.

Així, el salze blanc creix a la vora dels cursos d’aigua, quasi sempre en els terrenys més fèrtils. Una peculiaritat d’esta espècie és que les seues arrels són superficials i ajuden a protegir els sòls immediats al riu de la força de l’aigua durant les avingudes, molt freqüents en este clima, i reduïxen la velocitat de l’aigua gràcies a la gran flexibilitat dels seus troncs i branques. El seu caràcter pioner i la rapidesa del creixement ajuden a reparar en poc de temps la devastació causada per les riuades, per això és una espècie molt utilitzada en restauració de riberes.

Com hem vist, les propietats medicinals del salze blanc es deuen a la presència del glucòsid salicina que, curiosament, també es troba en el castori, una secreció de les glàndules anals del castor (Castor sp.) que l’animal utilitza metòdicament per a mantindre llustrós el pelatge. El castori s’ha utilitzat tradicionalment en perfumeria i com a additiu alimentari pel seu potent sabor a vainilla. Però el seu ús, com és lògic, s’ha estés també per al tractament de dolors lleus i accessos de febra, la qual cosa sens dubte subratlla una relació oculta entre el salze blanc i este rosegador aquàtic: efectivament, el salze blanc és un component habitual en la seua dieta, ja que este arbre abunda en els ambients humits on viu l’animal. I és que les principals propietats curatives del salze es concentren en la seua corfa, que el castor rosega conscienciosament durant els seus trajectes pels boscos de ribera veïns a la seua llar.

Aplicada en cocció, la corfa de salze blanc reduïx el dolor en casos de reumatismes i artritis; és eficaç per a tractar dolors de cap i malestars associats amb processos catarrals i gripals, inclosa la febra, i alleuja els dolors propis de la menstruació. També s’ha utilitzat contra l’acidesa d’estómac (és astringent i antiàcid), per a perdre pes i com a protecció de la pell, gràcies a la seua alta concentració en compostos antioxidants que reduïxen l’aparició d’arrugues i altres marques de l’edat. I per si açò fóra poc, recentment s’han fet avanços científics que ressalten l’eficaç protecció del principi actiu contra la placa bacteriana que ataca la nostra dentadura, a més d’estimular el creixement de les cèl·lules mare de les dents afavorint la seua regeneració.

Sens dubte, els nostres llunyans avantpassats, al descobrir i utilitzar la corfa de salze amb fins medicinals, ens van llegar un poderós coneixement, que encara hui no sols rendix grans beneficis a la marca Bayer, propietària de l’aspirina, sinó que també continua donant satisfactòries respostes a futurs reptes mèdics. El nostre rendit homenatge, per tant, a este arbre de platejades fulles que embelleix les riberes dels més protegits racons fluvials en la província i en mig món. I tant de bo que, a partir d’ara, sapiem agrair-li amb llarguesa la seua presència silenciosa i senyorial en les nostres terres: tot un miracle, el miracle del salze blanc.