Los cátaros y su huella en Castellón

Los cátaros y su huella en Castellón

La palabra cátaro significa puro y proviene de catarismo, un movimiento religioso muy popular en el Medievo en el sur de Francia, en el Languedoc, que convulsionó los dogmas de la Iglesia Católica.
El catarismo nació de antiguas creencias orientales basadas en dos principios dualistas, fundamentales y contrapuestos, el Cielo y la Tierra, el Bien y el Mal. Inspirados en los primeros cristianos que siguieron las enseñanzas de Jesucristo eran monoteístas pero creían en una dualidad creadora, Dios y Satanás, en constante lucha.
En la convicción de que el cuerpo provenía del demonio y el alma de Dios, sólo podrían llegar a él dedicando su vida a mantener puras sus almas y rechazando el mundo material. Por ello, llevaban una vida austera y practicaban la bondad, la verdad, la tolerancia y la paz, requisitos imprescindibles para que el alma alcance la vida eterna tras la destrucción del cuerpo y liberación definitiva del demonio. De ahí que fueran conocidos como los Bons Homes o Buenos Hombres.
Los cátaros consideraban que la Iglesia de Roma había perdido la esencia de los primeros cristianos, la sencillez, pobreza y caridad, convirtiéndose en una religión ambiciosa y prepotente cuyos fieles vivían sometidos al miedo y a la obediencia ciega. Por ello, sus doctrinas chocaban frontalmente con los intereses de la supremacía católica de la época y pronto el catarismo fue considerado una herejía.
Sin embargo, sí fue bien acogido por una parte de la nobleza y el pueblo llano que veían en las formas de vida de los cátaros la naturaleza del cristianismo y una alternativa al despotismo medieval del binomio Estado-Iglesia, por lo que, inicialmente, practicaban libremente y tenían muchos seguidores en Occitania.

Castillo de Montségur

Santo Domingo y los cátaros o albigenses. Óleo sobre tabla. 1493 – 1499. Autor, Pedro Berruguete

Siguiendo sus principios, los cátaros llevaban una vida sencilla, sin más bienes terrenales que los necesarios para subsistir. No edificaron mansiones, ni grandes lugares de culto, pues sus templos eran su propio cuerpo, donde residía el espíritu de Cristo.
La oración y el trabajo manual que cada uno escogía y debía realizar a la perfección, eran sus medios para llegar en paz a la muerte, que no temían porque significaba la liberación final para alcanzar la vida eterna. En este sentido, practicaban la Endura, la total privación de comer y beber cuando se intuía la llegada de la muerte por enfermedad, abandonándose a ella en la convicción de que sólo Dios decidía el momento y que su alma, como espíritu de la luz, trasmigraría a otro cuerpo.
Su sobria organización estaba encabezada por los obispos y los Perfectos, responsables de otorgar el Consolamentum, el más importante de sus sacramentos, similar a la fusión del equivalente en el cristianismo al bautismo, la confirmación, la ordenación e incluso la extremaunción, ya que también se administraba para salvar las almas en el momento final. Con la simple imposición de manos, un creyente adquiría el estado de Perfecto y, a su vez, la potestad de transmitir el “consolamentum” a otro creyente. También cualquier mujer podía ser nombrada Perfecta con las mismas funciones que los hombres, si bien debía proceder de la nobleza.
Este grado, libremente aceptado, conllevaba unas normas de estricto y obligado cumplimiento: una vida entregada a los demás, un comportamiento intachable, ascetismo total, rezos continuados, ayunos y abstenerse de toda práctica sexual, llevándolo al límite: no podían comer carne ni derivados de animales que eran resultado de una reproducción sexual y dominio del diablo. Curiosamente, sí podían comer pescado ya que en esa época se creía que los peces se reproducían espontáneamente.
Cualquier transgresión de estos preceptos, significaba para el Perfecto la pérdida del Consolamentum, para él y para todos aquellos creyentes a los que él lo hubiera impuesto, puesto que un sacramento no era válido si el oficiante era indigno y en el catarismo, sus representantes tenían que ser intachables. Los fieles y seguidores no estaban obligados a tan duras normas y tenían bastante tolerancia en la observación de las reglas esenciales.

Estela cátara

La sentencia

La influencia de los cátaros fue dominando la región de Occitania, cuna de la mayor cultura provenzal, representada por los trovadores, un gran desarrollo de las artes y su propia lengua, el occitano o languedociano, hoy sólo idioma oficial en el Valle de Arán. Y crecía entre la población la reprobación a los católicos y a los señores de la guerra por su corrupción y belicosidad, lo que incrementó las diferencias y los recelos con la Francia del norte que empezó a temer la pérdida de sus privilegios por el auge de los cátaros.
Cuando en el año 1184 el Papa Inocencio III fundó la Inquisición, el rey de Francia Felipe Augusto se ofreció a organizar un ejército cruzado para perseguir el catarismo, pese al gran número de adeptos y simpatizantes con que contaban entre la nobleza occitana. A partir de ese año, los cátaros y sus seguidores sufren un feroz hostigamiento, y se les impone la pena de la hoguera como herejes siendo progresivamente aniquilados por todo el Languedoc. Tras uno de los últimos episodios, el asalto al castillo de Montségur, se inició la dispersión de los supervivientes hacia Italia, centro de Europa y España, protagonizando el primer gran éxodo religioso en Europa.
Los últimos cátaros exiliados llegaron a la Comunidad Valenciana en el primer tercio del siglo XIV para asentarse en las nuevas tierras conquistadas por Jaime I, cuyo padre murió luchando por defender los derechos de vasallaje sobre el Languedoc y su población cátara.
Caminando por antiguas calzadas romanas y caminos medievales de pastores llegaron hasta las tierras del norte de Castellón donde encontraron refugio y se integraron perfectamente entre la población, contribuyendo al desarrollo de sectores económicos como la ganadería, la artesanía o el comercio dada su magnífica preparación.

Morella

Plaza de Sant Mateu

Placa en Sant Mateu

Morella, Sant Mateu, Cinctorres, Forcall, La Pobla de Benifassà, Peñíscola, Cervera del Maestre, Cálig, Atzeneta del Maestrat, entre otras, fueron su asilo y, de entre ellas, destacan como lugares más significativos Morella y Sant Mateu.
La historia de aquellos cátaros huidos de la Inquisición era bastante desconocida hasta que algunos escritores la documentaron y le dieron vida en novelas, en especial el libro del periodista Víctor Amela, El Cátaro Imperfecto, ambientado en Morella, que dio popularidad a Guillem de Belibaste, último Perfecto cátaro. Huido de Carcassone, se afincó en Morella a la que llamó la nueva Jerusalén y creó una comunidad cátara en Sant Mateu. El libro narra la huida de Belibaste de Francia y de cómo se afincó en Morella en 1315 con Raimunda Martí, que se hacía pasar por su mujer. El relato recorre el camino realizado por este Perfecto hasta llegar a Morella y las localidades que volvió a cruzar cuando un enviado de la Inquisición le engañó para que volviera a Carcassone, donde fue quemado en la hoguera por el arzobispo de Narbona en 1322.
El largo camino que recorrieron estos hombres y mujeres, hace casi 700 años, se ha convertido en un Itinerario Cultural Europeo, conmemorativo de este éxodo, denominado La Ruta de los Últimos Cátaros, que conecta la Comunidad Valenciana con el Midi francés a través de Aragón y Cataluña.
En Castellón, la ruta recorre caminos históricos de gran belleza paisajística y los trazados medievales de muchas poblaciones de Els Ports y El Maestrat a través de los cuales se pueden descubrir las huellas del legado histórico y cultural de aquellos que, perseguidos por sus creencias, buscaron un futuro en las tierras de Castellón.

Detalle de la puerta de los apóstoles. Iglesia Arciprestal de Santa María la Mayor de Morella

Pobla de Benifassà


Traducció al valencià:

Els càtars i la seua empremta a Castelló

La paraula càtar significa pur i prové de catarisme, un moviment religiós molt popular en l’Edat Mitjana en el sud de França, en el Languedoc, que va convulsionar els dogmes de l’Església Catòlica.
El catarisme va nàixer d’antigues creences orientals basades en dos principis dualistes, fonamentals i contraposats, el Cel i la Terra, el Bé i el Mal. Inspirats en els primers cristians que van seguir les ensenyances de Jesucrist eren monoteistes però creien en una dualitat creadora, Déu i Satanàs, en constant lluita.
En la convicció que el cos provenia del dimoni i l’ànima de Déu, només podrien arribar a ell dedicant la seua vida a mantindre pures les seues ànimes i rebutjant el món material. Per això, portaven una vida austera i practicaven la bondat, la veritat, la tolerància i la pau, requisits imprescindibles perquè l’ànima aconseguisca la vida eterna després de la destrucció del cos i l’alliberament definitiu del dimoni. D’ací que foren coneguts com els Bons Homes.
Els càtars consideraven que l’Església de Roma havia perdut l’essència dels primers cristians, la senzillesa, pobresa i caritat, convertint-se en una religió ambiciosa i prepotent els fidels de la qual vivien sotmesos a la por i a l’obediència cega. Per això, les seues doctrines xocaven frontalment amb els interessos de la supremacia catòlica de l’època i prompte el catarisme va ser considerat una heretgia.
No obstant això, sí que va ser ben acollit per una part de la noblesa i pel poble pla que veien en les formes de vida dels càtars la naturalesa del cristianisme i una alternativa al despotisme medieval del binomi Estat-Església, per la qual cosa, inicialment, practicaven lliurement i tenien molts seguidors a Occitània.
Seguint els seus principis, els càtars portaven una vida senzilla, sense més béns terrenals que els necessaris per a subsistir. No van edificar mansions, ni grans llocs de culte, perquè els seus temples eren el seu propi cos, on residia l’esperit de Crist.
L’oració i el treball manual que cada un triava i havia de realitzar a la perfecció, eren els seus mitjans per a arribar en pau a la mort, que no temien perquè significava l’alliberament final per aconseguir la vida eterna. En este sentit, practicaven la Endura, la total privació de menjar i beure quan s’intuïa l’arribada de la mort per malaltia, abandonant-se a ella en la convicció que només Déu decidia el moment i que la seua ànima, com a esperit de la llum, transmigraria a un altre cos.
La seua sòbria organització estava encapçalada pels bisbes i els Perfectes, responsables d’atorgar el Consolamentum, el més important dels seus sagraments, semblant a la fusió de l’equivalent en el cristianisme al baptisme, la confirmació, l’ordenació i inclús l’extremunció, ja que també s’administrava per a salvar les ànimes en el moment final. Amb la simple imposició de mans, un creient adquiria l’estat de Perfecte i, al seu torn, la potestat de transmetre el Consolamentum a un altre creient. També qualsevol dona podia ser nomenada Perfecta amb les mateixes funcions que els hòmens, si bé havia de procedir de la noblesa.
Este grau, lliurement acceptat, comportava unes normes d’estricte i obligat compliment: una vida entregada als altres, un comportament impecable, ascetisme total, resos continuats, dejunis i abstindre’s de tota pràctica sexual, portant-lo al límit: no podien menjar carn ni derivats d’animals perquè eren resultat d’una reproducció sexual i domini del diable. Curiosament, sí que podien menjar peix ja que en eixa època es creia que els peixos es reproduïen espontàniament.
Qualsevol transgressió d’estos preceptes, significava per al Perfecte la pèrdua del Consolamentum, per a ell i per a tots aquells creients a qui ell l’haguera imposat, ja que un sagrament no era vàlid si l’oficiant era indigne i en el catarisme, els seus representants havien de ser impecables. Els fidels i seguidors no estaven obligats a tan dures normes i tenien prou tolerància en l’observació de les regles essencials.
La influència dels càtars va anar dominant la regió d’Occitània, bressol de la major cultura provençal, representada pels trobadors, un gran desenrotllament de les arts i la seua pròpia llengua, l’occità o llenguadocià, hui només idioma oficial en la Vall d’Aran. I creixia entre la població la reprovació als catòlics i als senyors de la guerra per la seua corrupció i bel·licositat, el que va incrementar les diferències i els recels amb la França del nord que va començar a témer la pèrdua dels seus privilegis per l’auge dels càtars.
Quan l’any 1184 el Papa Inocencio III va fundar la Inquisició, el rei de França Felipe Augusto es va oferir a organitzar un exèrcit croat per a perseguir el catarisme, a pesar del gran nombre d’adeptes i simpatitzants que comptaven entre la noblesa occitana. A partir d’eixe any, els càtars i els seus seguidors patixen una feroç fustigació, i se’ls imposa la pena de la foguera com a heretges sent progressivament aniquilats per tot el Llenguadoc. Després d’un dels últims episodis, l’assalt al castell de Montségur, es va iniciar la dispersió dels supervivents cap a Itàlia, centre d’Europa i Espanya, protagonitzant el primer gran èxode religiós a Europa.
Els últims càtars exiliats van arribar a la Comunitat Valenciana en el primer terç del segle XIV per a assentar-se en les noves terres conquistades per Jaume I, el pare del qual va morir lluitant per defendre els drets de vassallatge sobre el Llenguadoc i la seua població càtara.
Caminant per antigues calçades romanes i camins medievals de pastors van arribar fins a les terres del nord de Castelló on van trobar refugi i es van integrar perfectament entre la població, contribuint al desenvolupament de sectors econòmics com la ramaderia, l’artesania o el comerç donada la seua magnífica preparació.
Morella, Sant Mateu, Cinctorres, Forcall, La Pobla de Benifassà, Peníscola, Cervera del Maestre, Càlig, Atzeneta del Maestrat, entre altres, van ser el seu resguard i, d’entre elles, destaquen com a llocs més significatius Morella i Sant Mateu.
La història d’aquells càtars fugits de la Inquisició era prou desconeguda fins que alguns escriptors la van documentar i li van donar vida en novel·les, en especial el llibre del periodista Víctor Amela, El Cátaro Imperfecto, ambientat en Morella, que va donar popularitat a Guillem de Belibaste, últim Perfecte càtar. Fugit de Carcassone, es va establir en Morella a què va anomenar la nova Jerusalem i va crear una comunitat càtara en Sant Mateu. El llibre narra la fugida de Belibaste de França i de com es va establir a Morella en 1315 amb Raimunda Martí, que es feia passar per la seua dona. El relat recorre el camí realitzat per este Perfecte fins a arribar a Morella i les localitats que va tornar a creuar quan un enviat de la Inquisició es va guanyar la seua confiança i el va enganyar perquè tornara a Carcassone, on va ser cremat en la foguera per l’arquebisbe de Narbona en 1322.
El llarg camí que van recórrer estos hòmens i dones, fa quasi 700 anys, s’ha convertit en un Itinerari Cultural Europeu, commemoratiu d’este èxode, denominat La Ruta dels Últims Càtars, que connecta la Comunitat Valenciana amb el Midi francés a través d’Aragó i Catalunya.
A Castelló, la ruta recorre camins històrics de gran bellesa paisatgística i els traçats medievals de moltes poblacions de Els Ports i El Maestrat a través dels quals es poden descobrir les empremtes del llegat històric i cultural d’aquells que, perseguits per les seues creences, van buscar un futur en les terres de Castelló.