Almedíjar, el paraíso del alcornoque

Almedíjar, el paraíso del alcornoque

Aunque hay algún yacimiento del periodo íbero y han aparecido algunos restos romanos, Almedíjar tiene un claro origen musulmán.

Conquistada por las tropas de Jaime I de Aragón en 1238, tras diversos cambios de dueño, la localidad pasó a formar parte de la familia Centelles.

A pesar de la conquista cristiana, la población musulmana seguía siendo mayoritaria, generando múltiples revueltas hasta su derrota definitiva en 1528, en la llamada batalla de Almedíjar, que puso fin a la rebelión de los moriscos en el Reino de Valencia. Tras su expulsión, en 1611 el marqués de Quirra, Gilabert Carroz de Centelles otorgó Carta Puebla para el lugar de Almedíjar que había quedado totalmente despoblado.

Los primeros pobladores procedían en su mayoría de las vecinas Jérica y Segorbe pero con el tiempo muchas de estas familias abandonaron la población y fueron reemplazadas por otras procedentes de Puebla de Arenoso, Villamalur, Algimia de Almonacid o localidades del sur de la provincia de Teruel.

Para los aficionados al patrimonio histórico artístico, en Almedíjar destacan la iglesia, el acueducto y el Castillo de la Rodana y Castillet, situado en el monte de la Rodana (684 m), actualmente en ruinas. La localidad contaba también con un recinto amurallado, de época medieval, que la defendía al estar alejada del castillo. Aún se puede observar en el casco urbano fragmentos de lienzos y arcos de la muralla en bastante buen estado.

El término municipal de Almedíjar está enclavado en su totalidad dentro del Parque Natural de la Sierra de Espadán y cuenta con una de las reservas de alcornoques más importantes de Europa, en los dos valles más densamente poblados de la sierra, Mosquera y Almanzor.

Vista de Almedíjar. Autor, Pep Pelecha Torre de la iglesia de Almedíjar. Autor, Vicente Tos Senderismo por Almedíjar Campo de caquis. Autor, Centelleja

La saca del corcho forma parte del patrimonio etnográfico de Almedíjar y, desde antaño, ha sido una fuente importante de recursos económicos, renovables y sostenibles.

El corcho se utiliza desde la antigüedad por sus cualidades de flotabilidad en las artes de pesca o en la manufactura milenaria de colmenas, aprovechando para ello las formas tubulares de la corteza. Pero es a partir del siglo XVIII cuando los alcornocales se explotan para la fabricación de tapones, actividad de creciente rentabilidad hasta hace unas décadas.

La utilización de recipientes de cristal, reemplazando el cierre tradicional con trapos, esparto y lacre por tapones de corcho, disparó la demanda de este producto, auge al que se suma la comercialización de los cavas tras su descubrimiento en Francia por el benedictino Dom Pérignon.

Efectivamente, los franceses ya se dieron cuenta hace tiempo que la fermentación en las barricas no se producía correctamente y los vinos se echaban a perder, al tiempo que el gas contenido en su interior hacía saltar los tapones de madera (motivo por el cual el cava recibía también el nombre de “vino del diablo”).

La solución tuvo que esperar al siglo XVII y a la sagacidad de este monje francés, ciego para más inri, del cual se afirmaba que solo con probar una uva sabía de qué viñedo procedía. Pérignon ideó una nueva forma de atrapar las burbujas mediante el trasvase del líquido a botellas cerradas con corcho, lo que dio origen al champán moderno y a la fama imperecedera que le acompaña desde entonces por medio mundo.

Y esta pasión por los vinos y el cava repercutió en la cuenca mediterránea y en particular en la sierra de Espadán.

La explotación del corcho ha sido una industria vital en la sierra durante muchas décadas, tanto en su extracción como en la fabricación de tapones. En localidades cercanas como Eslida existían varias fábricas que transformaban el corcho local, con destino preferente a Cataluña.

El ciclo de extracción no ha cambiado lo más mínimo, ni tampoco los procedimientos, que se llevan a cabo de la misma forma artesanal que hace 2 siglos. La corteza se arrancaba cada 12 ó 13 años, aprovechando el periodo en que la savia circula por el árbol, es decir, desde mediados de junio hasta septiembre. Para el trabajo solo era necesario un utillaje muy sencillo: una barra de olivo con un extremo rebajado en forma de cuña, tacos de almez y un hacha de filo cortante.

La primera operación para la extracción del corcho consistía en rebanar la corteza por medio de una incisión circular completa con el hacha, a una altura aproximada de la vista. Esta tarea se realizaba con sumo cuidado para no dañar la camisa, esto es, la zona del árbol por donde circula la savia y que queda al aire una vez apartada la corteza. Si esta estructura resulta dañada por una mala incisión, la herida podría afectar a la producción del ciclo siguiente.

A continuación, con un corte de abajo a arriba y, con la ayuda de la barra y los tacos de almez, se va desprendiendo la corteza hasta que se extrae toda la sección circular. Después, una barra de olivo atada con cuerdas, perpendicularmente y a la altura de la primera incisión, servía de improvisado peldaño para que un hombre del equipo repitiese la operación a una mayor altura.

Los puntos de extracción se encontraban en lo más profundo del bosque, a menudo en laderas empinadísimas y cubiertas por la lujuriosa vegetación propia de estas zonas. En consecuencia, al trabajo del descortezado se unía el del desplazamiento y transporte utilizando sendas abiertas para la ocasión.

Por los caminos del monte y a lomos de caballería, las cargas se llevaban hasta los lugares donde podían acceder los carros. Las pistas forestales modernas han permitido motorizar parcialmente el transporte y que los trabajadores puedan pernoctar en sus casas, pero hace tan solo treinta o cuarenta años tenían que dormir en el monte, en barracas de carboneros o al raso, para no perder tiempo en el acceso al alcornocal.

Y es que la vida de los trabajadores del corcho era dura. Cocinaban con los productos que les llevaban las mismas caballerías, sobre todo paellas y ollas de arroz que preparaban al anochecer, tras el agotador trabajo del día. Pasaban la semana durmiendo en refugios o cabañas y solamente bajaban a la población el domingo, día que aprovechaban para disfrutar de la familia, cambiarse de ropa o remendar la única disponible antes de partir de nuevo a la mañana siguiente: la partida en busca del corcho y el duro sustento de la sierra.

Alcornoque tras la saca del corcho Senderismo por Almedíjar Senderismo por Almedíjar Senderismo por Almedíjar

Almedíjar destaca asimismo por la calidad de sus aguas, a las que se atribuyen propiedades medicinales, que manan por fuentes como la del Cañar, Pana, Villanova, Lajas o Almanzor, junto a los barrancos de la Falaguera o Azuébar y Almanzor o Almedíjar.

La fuente de Cañar es la más caudalosa y popular. Próxima a la localidad, el manantial se encuentra rodeado de frondosos bosques de alcornoques y pinos. También es conocida como fuente de la Divina Pastora, por existir sobre sus cinco caños un retablo cerámico dedicado a esta advocación. Estas aguas, calificadas como mesotermales porque manan siempre a una temperatura de entre 18 y 20ºC, son embotelladas en una planta próxima al manantial y se comercializan con el nombre de Aguas de Almedíjar. Y también se produce hielo de agua mineral natural.

Pero sin duda el manantial más legendario es el de Almanzor, del que se nutre la población, que toma su nombre de una curiosa historia acaecida en los tiempos de la revuelta morisca…

Hacia la fuente de Almanzor

LA FUENTE DE ALMANZOR (José A. Planillo)

Según la leyenda, la fuente debe su nombre al rey Almanzor, sobrenombre de un morisco de Algar de Palancia llamado Garbau, que se había puesto al mando de la rebelión que los moriscos de la Sierra de Espadán llevaron a cabo en 1526.

Se cuenta que dicho rey, se hallaba sumamente preocupado por la escasez de agua que acuciaba a la población musulmana que se había aglutinado en Almedíjar, última plaza en ser reconquistada de las ubicadas dentro del estado de sitio al que estaba sometida la zona en el verano de 1526, puesto por las tropas cristianas, que trataban de abortar el amotinamiento.

Hasta ella se habían trasladado los labradores y pastores que huían de las batallas acompañados de sus esposas, esclavas e hijos, junto a carboneros, artesanos y cazadores que formaban el grueso de la soldadesca morisca, que no superaba los 4.000 hombres. Ante tanta responsabilidad, un día fue el propio Almanzor quien decidió tomar parte en una batalla para tratar de romper el cerco cristiano, y tratar de ganar terreno rico en agua.

Pero en la lucha, una flecha hizo blanco en su pecho, dejando al caudillo morisco gravemente herido. Prontamente sus correligionarios le llevaron de retorno a Almedíjar para recibir atención especializada. Era mucha la sangre que desprendía Almanzor, y al poco los curanderos se quedaron sin agua con la que poder limpiar sus heridas, debido a la sequía.

Una esclava cristiana, que contemplaba la exasperante situación en las que se hallaba su opresor, al que admiraba en secreto, decidió hacerse notar; así que se acercó a los curanderos y les dijo: – Señores, yo puedo satisfacer vuestros anhelos y conducíos al agua, aunque a cambio, vos me tendréis que conceder el deseo que yo os pida.

Tanto los curanderos como sus consejeros miraban al monarca para que fuera él quien tomase la decisión, pues desconfiaban de la cristiana, pero era tanta la necesidad del líquido, que comentaron que no estaría de más el intentarlo.

Finalmente, sonriendo sentenció el monarca: – Es valiente la chiquilla, y si la escucho, me arriesgo a que los hombres se rían y me tachen de ingenuo, y a que mi salud empeore. Pero vamos a seguirla, y sabremos si es cierto.

Nada más lejos de la realidad. La cautiva deseaba tanto o más que los propios médicos la recuperación de Almanzor, pues en ello le iba el único medio de encontrar la libertad. Así que, con una escolta de 15 soldados, y el propio rey tras de sí, salieron de Almedíjar siguiendo hacia arriba el cauce del barranco que besaba sus murallas.

Al poco, divisan junto al camino un enorme castaño, al cual le echa el ojo Almanzor, que ordenó que pronto lo talasen para hacer leña. Mas la cristiana que lo oye, se gira en redondo y replica: – Cristiana soy, mi señor, pero bisnieta de hebreos, que por defender su vida, hasta su arado perdieron. Ese castaño que alza junto al camino sus siete brazos al cielo para adorar a su Dios, lo plantó mi bisabuelo. Respétalo pues, Almanzor, que por Alá te lo ruego, y que lo admiren los hombres hasta el final de los tiempos. – Hablas con voz de profeta, esclava. – respondió el asombrado Almanzor- Pero por tu valentía lo dejaremos con vida para que dé sombra a mis nietos. Pero se habrá de llamar Castañera y no Castaño, pues pervive por tu genio.

En estas conversaciones estaban, cuando llegaron a un paso estrecho, que pronto viene a mostrar el nacimiento de una fuente, para gran júbilo de sus descubridores. Aquellas frescas aguas restablecieron en poco tiempo la salud de Almanzor, y la de toda la población, que ya empezaba a enfermar por falta de medidas higiénicas.

El gran Almanzor, fiel a la promesa, y agradecido por los servicios de aquella joven cautiva cristiana, se dispuso a concederle cualquier petición que ella formulara. Pero no fue ni oro ni joyas lo que quería aquella joven. Una vez más, la joven volvió lo volvió a sorprender: – Señor Almanzor, bien sabes que a lo largo de los siglos cristianos, hebreos y árabes han convivido pacíficamente a la sombra de estos montes. Espadán abrazó a todos, pero ahora es un señor de lejos quien ha dictado que los de mi religión y los de la vuestra no puedan seguir viviendo juntos. Esa ley ha causado en vosotros un gran dolor, pues os aparta de vuestras tierras y familias, pero también a nosotros, que igualmente hemos sufrido esas pérdidas. Mis padres y hermanos, a causa de este enfrentamiento, tuvieron que irse al otro lado de la sierra, donde supongo rezarán para que esto termine pronto, y yo regrese pronto, aliviando así sus penas de corazón. Así pues, mi señor, simplemente te pido ser libre, que me devuelvas con los de mi mismo credo, y lo más prontamente posible, al lado de mis añorados y amados padres.

Aquella petición llena de verdad y sentimiento, consiguió enternecer al rey, y aunque sintió pena por la pérdida de tan fiel y valiente esclava, no faltó a su palabra, y accedió a su petición. – Cristiana, grandes verdades dices, y aunque llevo puesta una coraza de guerrero, guardo corazón de hombre. Coge tus cosas, ve con los tuyos, y que Alá te guíe y acompañe.

Cuando cesaron las guerras, el suceso protagonizado por la cristiana y el fiero Almanzor corrió como un reguero de pólvora, y como recuerdo de aquel honroso hecho, de Almanzor se llamó en adelante tanto la fuente, como el barranco que recoge sus aguas.

Es curioso que este mismo barranco, tan solo unos metros más abajo del lugar donde recoge las aguas de la fuente cambie su nombre por el de Íbola, y que tras rebasar la población, vuelva a cambiar de denominación, siendo ahora la Rambla de Almedíjar, que termina su curso en el río Palancia, a la altura de Soneja.

Zarzaparrilla. Autor, Jose Vicente García Vista de Almedíjar Senderismo por la Serra d’Espadà


Traducció al valencià:

Almedíjar, el paradís de la surera

Encara que hi ha algun jaciment del període iber i han aparegut algunes restes romans, Almedíjar té un clar origen musulmà. Conquistada per les tropes de Jaume I d’Aragó en 1238, darrere de diversos canvis d’amo, la localitat va passar a formar part de la família Centelles.

A pesar de la conquista cristiana, la població musulmana continuava sent majoritària, generant múltiples revoltes fins a la seua derrota definitiva en 1528, en l’anomenada batalla d’Almedíjar, que va posar fi a la rebel·lió dels moriscos en el Regne de València. Després de la seua expulsió en 1611, el marqués de Quirra, Gilabert Carroz de Centelles va atorgar Carta de Poblament per al lloc d’Almedíjar que havia quedat totalment despoblat.

Els primers pobladors procedien majoritàriament de les veïnes Jérica i Segorbe però amb el temps moltes d’estes famílies van abandonar la població i foren reemplaçades per altres procedents de Puebla de Arenoso, Villamalur, Algimia de Almonacid o localitats del sud de la província de Terol.

Per als aficionats al patrimoni històric artístic, a Almedíjar destaquen l’església, l’aqüeducte i el castell de la Rodana i Castillet, situat en la muntanya de la Rodana (684 m), actualment en ruïnes. La localitat tenia també un recinte murallat, d’època medieval, per a defendre’s ja que estava allunyada del castell. Encara es pot observar en el nucli urbà fragments de llençols i arcs de la muralla en prou bon estat.

El terme municipal d’Almedíjar està enclavat en la seua totalitat dins del Parc Natural de la Serra d’Espadà i compta amb una de les reserves de sureres més importants d’Europa, en les dos valls més densament poblades de la serra, Mosquera i Almansor.

La saca del suro forma part del patrimoni etnogràfic d’Almedíjar i, des d’antany, ha sigut una font important de recursos econòmics, renovables i sostenibles.

El suro s’utilitza des de l’antiguitat per les seues qualitats de flotabilitat en les arts de pesca o en la manufactura mil·lenària de ruscos, aprofitant-hi les formes tubulars de la corfa. Però és a partir del segle XVIII quan les suredes s’exploten per a la fabricació de taps, activitat de creixent rendibilitat fins fa unes dècades.

La utilització de recipients de vidre, reemplaçant el tancament tradicional amb draps, espart i lacre per taps de suro, va disparar la demanda d’este producte, auge a què se suma la comercialització dels caves després del seu descobriment a França pel benedictí Dom Pérignon.

Efectivament, els francesos ja es van donar compte fa temps que la fermentació en les bótes no es produïa correctament i els vins es feien malbé, alhora que el gas contingut en el seu interior feia botar els taps de fusta (motiu pel qual el cava rebia també el nom de “vi del dimoni”).

La solució va haver d’esperar al segle XVII i a la sagacitat d’este monjo francés, cec per a més inri, del qual s’afirmava que només de tastar un raïm sabia de quina vinya procedia. Pérignon va idear una nova forma d’atrapar les bombolles transvasant el líquid a botelles tancades amb suro, la qual cosa va donar origen al xampany modern i a la fama imperible que l’acompanya des de llavors per mig món.

I esta passió pels vins i el cava va repercutir en la conca mediterrània i en particular en la serra d’Espadà.

L’explotació del suro ha sigut una indústria vital durant moltes dècades, tant en la seua extracció com en la fabricació de taps. En localitats pròximes com Eslida existien unes quantes fàbriques que transformaven el suro local, amb destí preferent a Catalunya.

El cicle d’extracció no ha canviat gens, ni tampoc els procediments, que es duen a terme de la mateixa manera artesanal que fa 2 segles. La corfa s’arrancava cada 12 o 13 anys, aprofitant el període en què la saba circula per l’arbre, és a dir, des de mitjans de juny fins a setembre. Per al treball només era necessari un utillatge molt senzill: una barra d’olivera amb un extrem rebaixat en forma de falca, tacs de lledoner i una destral de tall ben esmolat.

La primera operació per a l’extracció del suro consistia en llescar la corfa amb la destral mitjançant una incisió circular completa a l’altura aproximada dels ulls. Esta tasca es realitzava amb la màxima atenció per a no danyar la camisa, açò és, la zona de l’arbre per on circula la saba i que queda a l’aire una vegada apartada la corfa. Si esta estructura resulta danyada per una mala incisió, la ferida podria afectar la producció del cicle següent.

A continuació, amb un tall de baix a dalt i, amb l’ajuda de la barra i els tacs de lledoner, es va desprenent la corfa fins que s’extrau tota la secció circular. Després, una barra d’olivera lligada amb cordes, perpendicularment i a l’altura de la primera incisió, servia d’improvisat escaló perquè un home de l’equip repetira l’operació a major altura.

Els punts d’extracció es trobaven en el fons del bosc, sovint en vessants empinadíssimes i cobertes per la luxuriosa vegetació pròpia d’estes zones. En conseqüència, al treball de l’escorçat s’unia el del desplaçament i transport utilitzant sendes obertes per a l’ocasió.

Pels camins de la muntanya i a lloms de cavalleria, les càrregues es portaven fins als llocs on podien accedir els carros. Les pistes forestals modernes han permés motoritzar parcialment el transport i que els treballadors puguen pernoctar en les seues cases, però fa tan sols trenta o quaranta anys havien de dormir en la muntanya, en barraques de carboners o al ras, per a no perdre temps en l’accés a la sureda.

I és que la vida dels treballadors del suro era dura. Cuinaven amb els productes que els portaven les mateixes cavalleries, sobretot paelles i olles d’arròs que preparaven a poqueta nit, després de l’esgotador treball del dia. Passaven la setmana dormint en refugis o cabanyes i només baixaven al poble el diumenge, dia que aprofitaven per a gaudir de la família, canviar-se de roba o apedaçar l’única disponible abans de partir de nou al matí següent: la partida a la recerca del suro i el dur sustentament de la serra.

Almedíjar destaca així mateix per la qualitat de les seues aigües, a les que s’atribuïxen  propietats medicinals, que brollen per fonts com la del Cañar, Pana, Villanova, Lajas o Almanzor, a la vora dels barrancs de la Falaguera o Azuébar i d’Almansor o Almedíjar.

La font de Cañar és la més cabalosa i popular. Pròxima a la localitat, el brollador es troba rodejat de frondosos boscos de sureres i pins. També és coneguda com a font de la Divina Pastora, per tindre, sobre les seues cinc canelles, un retaule ceràmic dedicat a esta advocació. Estes aigües, qualificades com meso termals perquè brollen sempre a una temperatura d’entre 18 i 20ºC, són embotellades en una planta pròxima al brollador i es comercialitzen amb el nom de Aguas de Almedíjar. I també es produïx gel d’aigua mineral natural.

Però sens dubte el brollador més llegendari és el d’Almansor, del qual es nodreix la població, que pren el seu nom d’una curiosa història succeïda en els temps de la revolta morisca…

LA FONT D’ALMANSOR (José A. Planillo)

Segons la llegenda, la font deu el seu nom al rei Almansor, sobrenom d’un morisc d’Algar de Palància, anomenat Garbau, que s’havia posat al comandament de la rebel·lió que els moriscos de la Serra d’Espadà van dur a terme en 1526.

Es conta que el dit rei, es trobava summament preocupat per l’escassetat d’aigua que apressava la població musulmana que s’havia aglutinat a Almedíjar, última plaça a ser reconquistada de les ubicades dins de l’estat de setge a què estava sotmesa la zona en l’estiu de 1526, posat per les tropes cristianes que tractaven d’avortar l’amotinament.

Fins a ella s’havien traslladat els llauradors i pastors que fugien de les batalles acompanyats de les seues esposes, esclaves i fills, junt amb carboners, artesans i caçadors que formaven el gros de la soldadesca morisca que no superava els 4.000 hòmens.

Davant de tanta responsabilitat, un dia va ser el propi Almansor qui va decidir prendre part en una batalla per a tractar de trencar el setge cristià, i tractar de guanyar terreny ric en aigua.

Però en la lluita, una fletxa va fer blanc en el seu pit, deixant el cabdill morisc greument ferit.

Promptament els seus correligionaris el van portar de retorn a Almedíjar per a rebre atenció especialitzada. Era molta la sang que desprenia Almansor, i al poc els curanderos es van quedar sense aigua amb què poder netejar les seues ferides, a causa de la sequera.

Una esclava cristiana, que contemplava l’exasperant situació en què es trobava el seu opressor, a qui admirava en secret, va decidir fer-se notar; així que es va acostar als curanderos i els va dir:

– Senyors, jo puc satisfer els vostres anhels i conduir-vos a l’aigua, encara que a canvi, vós m’haureu de concedir el desig que jo vos demane.

Tant els curanderos com els seus consellers miraven el monarca perquè fóra ell qui prenguera la decisió, perquè desconfiaven de la cristiana, però era tanta la necessitat del líquid, que van comentar que no estaria de més intentar-ho.

Finalment, somrient va sentenciar el monarca:

– És valenta la xiqueta, i si la escolte, m’arrisque que els hòmens riguen i em titlen d’ingenu, i que la meua salut empitjore. Però anem a seguir-la, i sabrem si és cert.

Res més lluny de la realitat. La captiva desitjava tant o més que els propis metges la recuperació d’Almansor, perquè en això li anava l’únic mitjà de trobar la llibertat. Així que, amb una escorta de 15 soldats, i el propi rei darrere seu, van eixir d’Almedíjar seguint cap amunt el llit del barranc que besava les seues muralles.

Al poc, divisen al camí un enorme castanyer, al qual li tira l’ull Almansor, que va ordenar que prompte el talaren per a fer llenya. Mes la cristiana que ho sent, es gira en redó i replica:

– Cristiana sóc, meu senyor, però besnéta d’hebreus, que per defendre la seua vida, fins al seu aladre van perdre. Eixe castanyer que alça al costat del camí els seus set braços al cel per a adorar el seu Déu, el va plantar el meu besiaio. Respecta’l per tant, Almansor, que per Al·là t’ho pregue, i que l’admiren els hòmens fins al final dels temps.

– Parles amb veu de profeta, esclava. – va respondre el sorprés Almansor- Però per la teua valentia el deixarem amb vida perquè done ombra als meus néts. Però s’haurà d’anomenar Castanyera i no Castanyer, perquè perviu pel teu geni.

En estes conversacions estaven, quan van arribar a un pas estret, que prompte ve a mostrar el naixement d’una font, per a gran goig dels seus descobridors. Aquelles fresques aigües van restablir en poc de temps la salut d’Almansor, i la de tota la població, que ja començava a emmalaltir per falta de mesures higièniques.

El gran Almansor, fidel a la promesa, i agraït pels servicis d’aquella jove captiva cristiana, es va disposar a concedir-li qualsevol petició que ella formulara. Però no va ser ni or ni joies el que volia aquella jove. Una vegada més, la jove el va tornar a sorprendre:

– Senyor Almansor, bé saps que al llarg dels segles, cristians, hebreus i àrabs han conviscut pacíficament a l’ombra d’estes muntanyes. Espadà va abraçar a tots, però ara és un senyor de lluny qui ha dictat que els de la meua religió i els de la vostra no puguen continuar vivint junts. Eixa llei ha causat en vosaltres un gran dolor, perquè vos aparta de les vostres terres i famílies, però també a nosaltres, que igualment hem patit eixes pèrdues. Els meus pares i germans, a causa d’este enfrontament, van haver d’anar-se’n a l’altre costat de la serra, on supose resaran perquè açò acabe prompte, i jo torne prompte, alleujant així les seues penes de cor. Així doncs, meu senyor, simplement et demane ser lliure, que em tornes amb els del meu mateix credo, i el més promptament possible, al costat dels meus enyorats i amats pares.

Aquella petició plena de veritat i sentiment, va aconseguir entendrir el rei, i encara que va sentir pena per la pèrdua de tan fidel i valenta esclava, no va faltar a la seua paraula, i va accedir a la seua petició.

– Cristiana, grans veritats dius, i encara que porte posada una cuirassa de guerrer, guarde cor d’home. Agafa les teues coses, vés amb els teus, i que Al·là et guie i acompanye.

Quan van cessar les guerres, el succés protagonitzat per la cristiana i el feroç Almansor va córrer com un aragall de pólvora, i com a record d’aquell honrós fet, d’Almansor es va anomenar d’ara en avant tant la font, com el barranc que arreplega les seues aigües.

És curiós que este mateix barranc, tan sols uns metres més avall del lloc on arreplega les aigües de la font canvie el seu nom pel d’Íbola, i que després de sobrepassar la població, torne a canviar de denominació, sent ara la Rambla d’Almedíjar, que acaba el seu curs en el riu Palància, a l’altura de Soneja.