Vall de Crist, o la vida cotidiana de los Cartujos (1ª Parte)

Vall de Crist, o la vida cotidiana de los Cartujos (1ª Parte)

Dentro de nuestra programación del mes de noviembre, el próximo domingo día 23, tendremos oportunidad de conocer una joya arquitectónica e histórica de primera magnitud en nuestra provincia: la cartuja de Vall de Crist. Situada en el municipio de Altura, este monasterio fue fundado en 1385 por Martín el Humano aprovechando los edificios y el entorno agrícola de unas masías, lo que vino a confirmar el gran empuje que durante la Plena y Baja Edad Media tuvieron este tipo de instituciones en España. Lejos quedaba ya la época de la creación de la Orden y su primera comunidad, fundada por San Bruno en 1084 al norte de Grenoble, en los Alpes franceses. Sin embargo, el estilo de vida cartujo caló con fuerza en la espiritualidad del pueblo español, y prueba de ello fue la construcción de bellísimos monasterios como el de Scala Dei, en la comarca del Priorato (Tarragona), tan solo un siglo después del de Grenoble; o el de Porta Coeli, en la sierra Calderona, el más antiguo aún habitado por monjes en activo.

Nuestra visita a las ruinas del monasterio nos permitirá hacer un repaso a las distintas dependencias que caracterizaban la vida en estos enclaves, desde la iglesia y subterráneo de San Martín; el lugar donde comían los monjes, o refectorio, o los restos del claustro. Una vida contemplativa basada en la oración, el silencio y el trabajo manual, y que se constituyó además en importante motor económico de la comarca durante los oscuros siglos del medioevo. Pero… ¿Cuál era realmente el tipo de existencia que llevaban estos elegidos de Dios? ¿Cuáles sus ilusiones, su trabajo y reposo, su comida, sus lecturas y oraciones, en definitiva el quehacer cotidiano desde el alba hasta el ocaso, en este apartado y enigmático monasterio del Alto Palancia?

Pedro Agüera

Detalle de la cartuja de Vall de Crist. Autor, Pedro Agüera

Como todos los cartujos, los monjes del monasterio de Vall de Crist buscaron un modo de vida más puro y acorde al evangelio como reacción contra la riqueza de las abadías de aquel tiempo. Una vida de dedicación a Dios en soledad, emulando el retiro propio de los antiguos ermitaños. Originalmente, los cartujos de un monasterio estaban divididos en dos grupos: por un lado los hermanos o legos, con un régimen de vida menos estricto y que no recibían los votos sacerdotales. Estos monjes se encargaban de realizar todos aquellos trabajos necesarios para el sostén e independencia de la cartuja, así como las tareas en el exterior que requerían de su presencia. Los padres, sin embargo, eran monjes dedicados en exclusiva al continuo diálogo con Dios y a la lectura espiritual, aunque de tanto en tanto podían efectuar también algún trabajo no productivo. La originalidad de estas acciones es que son llevadas a cabo de manera individual, en el completo silencio y aislamiento de la celda cartuja.

Fray Jerónimo Pérez. Oleo sobre lienzo. Francisco de Zurbarán, 1632

Cartujo Fray Jerónimo Pérez. Oleo sobre lienzo. Francisco de Zurbarán, 1632

La celda del cartujo es la expresión misma del retiro y la soledad monásticas. Dentro, un mobiliario escasísimo, con muros desnudos y acaso algún crucifijo rompiendo la monotonía general; una estantería con los dos únicos libros que podían permitirse; una mesa; un camastro con saco de paja que hacía las veces de colchón, almohada y un par de mantas para los días de frío. Desde la celda se accedía a un pequeño huerto para uso particular, rodeado por una tapia alta, mientras que la puerta de entrada daba a un pasillo por donde un hermano, a la hora prescrita, introducía la comida en cada celda por una estrecha abertura (por lo general pan, vino y alguna vianda que no produjese el huerto individual).

Continuará…

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Todos los detalles de la ruta del día 23 de noviembre en este enlace: https://castellon-en-ruta-cultural.es/detalleruta/altura-y-la-cartuja-de-valldecrist/

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Anibal One

Día soleado en la Cartuja de Vall de Crist. Autor, Anibal One