En tierra de torres y castillos

En tierra de torres y castillos

Las comarcas de Castellón aglutinan entre valles y atalayas miles de vestigios, algunos mejor conservados que otros, que hablan de la historia bélica, social y cultural de nuestras tierras. La orografía del territorio, a veces escarpada, otras suavemente plácida, hizo de Castellón un codiciado edén para soberanos como Abu Zeit o Jaume I, y en ella se extendían los dominios de señores feudales como Ximén d’Urrea, Blasco de Alagón o los caballeros de las órdenes de Montesa, del Temple o de Calatrava. Podemos encontrar ejemplos de un pasado castrense que es remonta a la época del bronce como el Torrelló d’Onda, asentamientos ibéricos como el castillo de Almenara, o fortificaciones romanas en poblaciones de la Sierra de Espadán.
Más tarde, los árabes extendieron sus obras de norte a sur, desde Els Ports hasta la Plana. Los castillos de los poblados castellano-aragoneses de principios del primer milenio nos llevan hasta Onda, Burriana y Almenara tras la conquista del Cid Campeador. Y es que los recintos amurallados que jalonan la provincia han sido núcleos estratégicos importantes en las rutas bélicas, de infraestructuras y económicos. El Tratado de Calatayud, firmado en Segorbe en 1229, entre Jaume I y el rey almohade de Valencia Abu Zeit, otorgaba a la corona aragonesa la recuperación de los sitios de Alpuente, Jérica, Segorbe, Culla, Morella y Peñíscola. La Reconquista haría surgir castillos cristianos de nueva planta, de rancio abolengo, cuyos señores dominaban el horizonte desde las montañas hasta el mar Mediterráneo. Éste es un paseo por las atalayas que elevan nuestra tierra.

Castillo de l’Alcalatén. Autor, Marathón Cartagena

Castillo de l’Alcalatén. Autor, Marathón Cartagena

Nuestro paseo puede comenzar en cualquiera de las comarcas de la provincia, ya que en todas ellas encontramos vestigios de siglos de historia que esperan nuestra mirada curiosa y nuestros pasos aventureros.
En la comarca de l’Alcalatén, en la carretera entre l’Alcora y Figueroles, nos aguarda sobre la colina rocosa del monte Sant Cristòfol, el Castillo de l’Alcalatén, dominio del caballero aragonés Ximén d’Urrea, señor de la comarca. Aunque en estado ruinoso, el castillo, de planta triangular y aún altanero, refleja su pasado como vigía de todo el valle, desde la capital de la comarca hasta Xodos y Les Useres. El señorío de Ximén d’Urrea se legó hasta el Conde de Aranda, aunque en la actualidad ostenta el título el nuevo Duque de Alba.

Ares del Maestre. Autor, Manel

Ares del Maestre. Autor, Manel

En el Alt Maestrat, tierra de templarios, Ares del Maestre conserva el sabor medieval de su fortaleza amurallada a 1.318 metros sobre el nivel del mar, en la Mola del Castell. Sobre un asentamiento íbero, los romanos lo conquistaron y construyeron su castillo, que sería reconstruido después por musulmanes y cristianos. Señores del castillo han sido el rey Alfonso II, Jaume I o los caballeros del Temple y la Orden de Montesa, de la cual Ares tomó el anterior apelativo “del Maestre”.
Segorbe, en el Alto Palancia, fue uno de los emplazamientos incluido en el Tratado de Calatayud. Pasó a manos del rey Jaume I el conjunto fortificado por los romanos, en el que destacan sus murallas, la Torre de la Cárcel y la Torre del Botxí (Verdugo). El restaurado castillo de la Estrella o Sopeña se alza cercano a la población, y desde él podemos admirar una magnífica panorámica del valle del Palancia y la Sierra de Espadán.

Vista de Argelita. Autor, Javier Bort García

Vista de Argelita. Autor, Javier Bort García

El Alto Mijares guarda a Argelita, coronada por dos torres. La historia del soberano moro Abu Zeit toca a su fin en Argelita, tras su conversión al cristianismo y la cesión a Jaume I de sus posesiones y señoríos. El almohade ocupó hasta su muerte el palacio-castillo conocido ahora por su nombre, del que queda la Torre del Homenaje que fue restaurada para albergar el museo de la localidad. Su original planta circular, exenta, se ubica junto a la iglesia, paralela a la señorial torre cuadrada que dota al pueblo de su característica línea medieval. Es fácil observar restos del amurallamiento de la población al lado de ambas torres, frente al río Mijares.

Vista de Morella

Vista de Morella

El Castillo de Morella, símbolo de Els Ports. Inexpugnable, altivo, señorial… los apelativos que definen esta fortaleza montana empiezan a acudir a nuestra mente cuando la silueta de la capital de Els Ports nos aborda de repente en el camino.
En el año 1084, el Cid conquistó la veterana ciudad amurallada, declarada siglos después Monumento Histórico Artístico. De frente, las murallas de diez metros de altura parecen escalones hasta las almenas del recinto, a las que hemos llegado tras una prolongada ascensión que comienza en su base con una tranquila visita al claustro del convento de Sant Francesc. Aún hoy, al entrar en el primer anillo del castillo de Morella, viendo en lo alto a otros visitantes otear el horizonte, nos sentimos dentro de un lugar relleno con la historia y la vida de los morellanos de la época feudal, bajo el poderoso influjo de la Torre del Homenaje.

Torre del homenaje. Castillo de Vilafamés. Autor, Manel

Castillo de Vilafamés. Autor, Manel

De la Orden del Temple a la de Montesa, el castillo de Vilafamés recoge el testigo del devenir del tiempo en la Plana Alta. Construido en piedra de rodeno rojizo, su atractiva silueta es el foco de los objetivos fotográficos. Restaurado, conserva la mayor parte de su estructura para deleite de los visitantes, atraídos por unas magníficas vistas sobre Vilafamés. Presenta cuatro niveles: una planta baja con troneras de buzón para defender el patio de armas; una primera y segunda planta con aspilleras; y un último piso también con aspilleras pequeñas y matacanes.

Onda y al fondo el Penyagolosa, Autor, Fernando Ballester

Onda y al fondo el Penyagolosa. Autor, Fernando Ballester

Puerta de entrada a la Sierra de Espadán, Onda, en la Plana Baixa, alberga el Castillo de las Trescientas Torres. Así lo definió Ramón Muntaner en sus crónicas, en las que destacaba “el Castell e la vila d’Onda que hi ha tantes torres com dies ha en l’any”, esto es, el castillo y la villa de Onda donde hay tantas torres como días en el año. La Orden de Montesa lo escogió como capital de su encomienda, y ha sido escenario de batallas estratégicas por el control del territorio y de la sierra a sus espaldas.
En el corazón del Baix Maestrat, Sant Mateu, la antigua Intibilis romana, nos atrae con el imán de su catedral, su campanar, sus murallas y su historia, en la que constan varias reuniones de las Cortes del Reino o el final del Cisma de Occidente con la renuncia, en 1429, del papa Clemente VII, sucesor del papa Luna, al máximo pontificado. Cerca de la iglesia de Sant Pere encontramos la zona mejor conservada de la antigua fortaleza, amurallada en su totalidad hasta que en el siglo XVII fueron destruidos los muros.

Paseando por Sant Mateu. Autor, Jorge Ferreres

Paseando por Sant Mateu. Autor, Jorge Ferreres

Solitarias, las torres vigía emergen de la tierra recortando su silueta en lejanía, protectoras de las rutas y los caminos que surcan el interior de la provincia de Castellón.
La época romana nos ha dejado para la posteridad elementos castrenses denominados Torres de los Escipiones, ante las que desfilaban las legiones que recorrían la Vía Augusta desde Sagunto hasta Zaragoza. Vestigios de estas construcciones podrían ser la torre de Jérica o la de Navajas, junto al manantial de Nuestra Señora de la Esperanza, aunque también el castillo de Artana, en lo alto del calvario de la población, parece formar parte de este conjunto de torres de vigilancia.
En nuestro viaje hemos encontrado, a lo largo y ancho de la provincia, otro tipo de torres, las fronterizas, vinculadas a los castillos medievales y sus límites geográficos. Y por último, un sinfín de torres adjuntas a los castillos: torres albarranas, torres del homenaje, torres mayores o maestras…

Torre vigía de Jérica. Autor, Sento

Torre vigía de Jérica. Autor, Sento

______________________________________
Traducció al valencià:

En terra de torres i castells

Les comarques de Castelló aglutinen entre valls i talaies milers de vestigis, alguns millor conservats que altres, que parlen de la història bèl·lica, social i cultural de les nostres terres. L’orografia del territori, de vegades escarpada, altres suaument plàcida, va fer de Castelló un cobejat edén per a sobirans com Abu Zeit o Jaume I, i on s’estenien els dominis de senyors feudals com Ximén d’Urrea, Blasco d’Alagó o els cavallers de les ordes de Montesa, dels Templers o de Calatrava. Podem trobar exemples d’un passat castrense que és remunta a l’època del bronze com el Torrelló d’Onda, assentaments ibèrics com el castell d’Almenara, o fortificacions romanes en poblacions de la Serra d’Espadà.
Més tard, els àrabs van estendre les seues obres de nord a sud, des de Els Ports fins a La Plana. Els castells dels poblats castellà-aragonesos de principis del primer mil·lenni ens porten fins a Onda, Borriana i Almenara després de la conquista del Cid Campeador. I és que els recintes murallats que jalonen la província han sigut nuclis estratègics importants en les rutes bèl·liques, d’infraestructures i econòmics. El Tractat de Calatayud, firmat a Segorbe en 1229, entre Jaume I i el rei almohade de València Abu Zeit, atorgava a la corona aragonesa la recuperació dels indrets de Alpuente, Jérica, Segorbe, Culla, Morella i Peníscola. La Reconquesta faria sorgir castells cristians de nova planta, de ranci llinatge, els senyors dels quals dominaven l’horitzó des de les muntanyes fins al mar Mediterrani. Este és un passeig per les talaies que eleven la nostra terra.
El nostre passeig pot començar en qualsevol de les comarques de la província, ja que en totes hi trobem vestigis de segles d’història que esperen la nostra mirada curiosa i els nostres passos aventurers.
En la comarca de l’Alcalatén, en la carretera entre l’Alcora i Figueroles, ens espera sobre el tossal rocós del monte Sant Cristòfol, el Castell de l’Alcalatén, domini del cavaller aragonés Ximén d’Urrea, senyor de la comarca. Encara que en estat ruïnós, el castell, de planta triangular i encara altiu, reflectix el seu passat com a sentinella de tota la vall, des de la capital de la comarca fins a Xodos i Les Useres. El senyoriu de Ximén d’Urrea es va heretar fins al Comte d’Aranda, encara que en l’actualitat ostenta el títol el nou Duc d’Alba.
En l’Alt Maestrat, terra de templers, Ares del Maestrat conserva el sabor medieval de la seua fortalesa murallada a 1.318 metres sobre el nivell del mar, en la Mola del Castell. Sobre un assentament iber, els romans el van conquistar i van construir el seu castell, que seria reconstruït més tard pels musulmans i cristians. Senyors del castell han sigut el rei Alfons II, Jaume I o els cavallers Templers i l’Orde de Montesa, de la qual Ares va prendre el seu anterior apel·latiu “del Maestre”.
Sogorb, en l’Alt Palància, va ser un dels emplaçaments inclòs en el Tractat de Calatayud. Així va passar a mans del rei Jaume I el conjunt fortificat pels romans, on destaquen les seues muralles, la Torre de la Pressó i la Torre del Botxí. El restaurat castell de la Estrella o Sopeña s’alça pròxim a la població, i des d’alli podem admirar una magnífica panoràmica de la Vall del Palància i la Serra d’Espadà.
L’Alt Millars guarda a Argelita, coronada per dos torres. La història del sobirà moro Abu Zeit arriba al final a Argelita, després de convertir-se al cristianisme i cedir a Jaume I les seues possessions i senyorius. L’almohade va ocupar fins a la seua mort el palau-castell conegut ara pel seu nom, del que queda la Torre de l’Homenatge que va ser restaurada per a albergar el museu de la localitat. La seua original planta circular, exempta, s’ubica junt a l’església, paral·lela a la senyorial torre quadrada que dota al poble de la seua característica línia medieval. És fàcil observar restes de l’emmurallament de la població al costat d’ambdós torres, enfront del riu Millars.
El Castell de Morella, símbol de Els Ports. Inexpugnable, altiu, senyorial… els apel·latius que definixen esta fortalesa muntanyenca comencen a acudir a la nostra ment quan la silueta de la capital dels Ports ens aborda de sobte en el camí.
L’any 1084, el Cid va conquistar la veterana ciutat murallada, declarada segles després Monument Històric Artístic. De front, les muralles de deu metres d’altura pareixen escalons fins als merlets del recinte, a les que hem arribat després d’una prolongada ascensió que comença en la seua base amb una tranqui-la visita al claustre del convent de Sant Francesc. Encara hui, a l’entrar al primer anell del castell de Morella, veient en la part alta a altres visitants atalaiar l’horitzó, ens sentim dins d’un lloc farcit amb la història i la vida dels morellans de l’època feudal, davall el poderós influx de la Torre de l’Homenatge.
De l’Orde del Temple a la de Montesa, el castell de Vilafamés recull el testimoni de l’esdevenir del temps en la Plana Alta. Construït en pedra de rodeno rogenc, la seua atractiva silueta és el focus dels objectius fotogràfics. Restaurat, conserva la major part de la seua estructura per a delit dels visitants, atrets per unes magnífiques vistes sobre Vilafamés. Presenta quatre nivells: una planta baixa amb troneres de bústia per defensar el pati d’armes; una primera i segona planta amb espitlleres; i un últim pis també amb espitlleres xicotetes i matacans.
Porta d’entrada a la Serra d’Espadà, Onda, en la Plana Baixa, alberga el Castell de les Tres-centes Torres. Així el va definir Ramón Muntaner en les seues cròniques, en les que destacava “el Castell e la vila d’Onda que hi ha tantes torres com dies ha en l’any”. L’Orde de Montesa el va triar com a capital de la seua comanda, i ha sigut escenari de batalles estratègiques pel control del territori i de la serra a les seues esquenes.
En el cor del Baix Maestrat, Sant Mateu, l’antiga Intibilis romana, ens atrau amb l’imant de la seua catedral, el seu campanar, les seues muralles i la seua història, on consten diverses reunions de les Corts del Regne o el final del Cisma d’Occident amb la renúncia, en 1429, del papa Clemente VII, successor del papa Luna, al màxim pontificat. Prop de l’església de Sant Pere trobem la zona millor conservada de l’antiga fortalesa, murallada en la seua totalitat fins que en el segle XVII van ser destruïts els murs.
Solitàries, les torres sentinella emergixen de la terra retallant la seua silueta en llunyania, protectores de les rutes i els camins que solquen l’interior de la província de Castelló.
L’època romana ens ha deixat per a la posteritat elements castrenses denominats Torres dels Escipions, davant de les que desfilaven les legions que recorrien la Via Augusta des de Sagunt fins a Saragossa. Vestigis d’estes construccions podrien ser la torre de Jérica o la de Navajas, al costat del brollador de la Mare de Déu de l’Esperanza, encara que també el castell d’Artana, en la part alta del calvari de la població, pareix formar part d’este conjunt de torres de vigilància.
En el nostre viatge hem trobat, de cap a cap de la província, un altre tipus de torres, les frontereres, vinculades als castells medievals i els seus límits geogràfics. I finalment, una infinitat de torres adjuntes als castells: torres albarranes, torres de l’homenatge, torres majors o mestres…

____________________________
Fotografía de portada: Torre de l’Agüelet. Castillo de Almenara. Autor, Jesús Barreda. Gracias por compartir esta magnífica toma. Os invitamos a descubrir más sobre el trabajo de Jesús: www.facebook.com/jesusbarredalightandportraits/
____________________________